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Nuestra lengua guaraní es única en el mundo. Como profesor de otros idiomas le reconozco al nuestro unos valores tremendos e inalcanzables por sus similares.
El hecho, por ejemplo, de tener para hermanos mayores y menores, vocablos diferentes es algo que sorprende a propios y extraños. Ahora bien. En la traducción del “Padre Nuestro” al guaraní hay una curiosidad que preocupa a nuestros abuelos. Resulta que nuestro idioma tiene en su rica conjugación, dos primeras personas del plural: Ore y ñandé.
El primero es excluyente y el segundo incluye al receptor. A modo de ilustración: si uno se encuentra con tejedoras de ñandutí y les pide que describan su trabajo, ellas dirán: “...kóa la ore rembiapo” indicando que es de ellas y de nadie más..., pero al referirse a la hermosa tierra que las cobija dirán: “ñande retã” (ñane retã)... y ahí entramos todos; seamos artesanos o no. En unos pequeños folletos que se han repartido a los feligreses católicos en varios templos se lee como título “Ore ru”.
A primera vista lo que ve el lector es lo siguiente: “Padre Nuestro, pero no tuyo”. El título tiene que ser: Ñande Ru. Pues ni tú ni yo queremos estar fuera. Nos están presentando a nuestro Dios. El de todos. Y un título es eso: presentación.
Pero –atención–, solamente el título. Porque cuando iniciamos la solemne oración es legítimo llamar al Altísimo: ORE. ¿Por qué? pues porque en ese renglón nuestro Padre no está incluido en el grupo, el rebaño, la feligresía.
Dicho de otra forma; en nuestra casa, un hermano le dice al otro: kóa ko ñande ru. Pero al momento de pedir permiso, ambos hermanos se presentan ante el jefe de familia y piden: “Ore ru, ore ko rojhosé tupaó pe...” Y la oración del Padre Nuestro es eso, un pedido. Taupéichakena.
Miguel Florentín