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Como nunca antes, nuestro país está siendo sometido a un latrocinio desenfrenado que hipoteca el futuro de la Nación, a la par de una destrucción total de sus recursos naturales, a través de normas ilegales emitidas.
Como nunca antes, todas las normas están siendo manipuladas y tergiversadas, sean ellas constitucionales o de menor rango, al punto que el derecho ha dejado de tener valor alguno. Todos los entes de control están desactivados, y el poder judicial secuestrado.
Invito a los paraguayos que aman a su país, a que reflexionen por breves instantes sobre la enorme responsabilidad que pesa sobre nosotros en la próximas elecciones de abril 2018.
En estos aciagos tiempos, desprovistos de toda dignidad, como ciudadanos solo nos queda el voto castigo, una simple papeleta en la mano, un trozo de papel. Es todo lo que podemos esgrimir para intentar defendernos ante las brutales huestes de la corrupción insaciable y asesina.
Con la memoria de Rodrigo Quintana, víctima del terrorismo de Estado, mientras sus asesinos andan libres y campantes en sus fechorías, el voto castigo es un deber moral, no solo un derecho; más, aun teniendo al buitre del fraude electoral cerniéndose una vez más sobre nosotros. Si no somos capaces, con grave omisión cómplice, de honrar la memoria de un joven compatriota asesinado cobardemente, ¿qué significado tendrían para nosotros el auténtico sentimiento religioso, o la generosa espiritualidad desinteresada, el idealismo, la compasión, la solidaridad, la justicia?
Así, cuando se dirijan al cuarto oscuro, invito a quienes aman al Paraguay, a quienes no usan y abusan de él, a imaginar por unos segundos que Rodrigo Quintana era su hijo, su hermano, su primo, su sobrino, su padre, su vecino, su mejor amigo, su tío o padrino querido, su compañero. No dejemos que su sangre esté en vano pidiendo a gritos mudos, justicia. A los paraguayos que aman la naturaleza, les ruego no olviden a todos los animales y plantas silvestres que han sido eliminados irreversiblemente con los decretos ilegales que autorizan su destrucción, en miles de hectáreas.
No merecemos que estos individuos desalmados e inescrupulosos sigan destruyendo impunemente el país de todos, y apoderándose ilícitamente de sus riquezas. Solo mediante el voto castigo, podremos lograr la alternancia y darle una oportunidad a nuestro querido país.
No perdamos la fe en lo que podemos lograr para nuestro sufrido país, “a través” del más que nunca necesario voto castigo.
Carlos Carmagnola