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Normalmente no soy partidaria de las movilizaciones y de que la ciudadanía salga a las calles, salvo casos muy especiales.
¿Por qué? Porque nosotros, los ciudadanos de a pie no tenemos fueros.
Para eso está el Congreso que teóricamente nos representa. Los legisladores sí gozan del privilegio de tener fueros.
Esos fueros los blindan y los dotan de una protección especial –que nosotros no tenemos– a la hora de batirse para proteger los intereses de la ciudadanía que representan.
Pero, ¿qué sucede cuando el propio Congreso está pervertido por legisladores que se vuelven agentes de colocación y de transas judiciales?
La institución del Congreso es muy noble. Me consta que allí adentro hay legisladores honestos que ejercen nuestra representación con dignidad y dedicación, pero también hay sinvergüenzas y eso le resta confianza a la institución legislativa: no sabemos si a la hora de la verdad defenderán nuestros intereses o utilizarán sus fueros para defenderse unos a otros.
El Congreso, por ejemplo, desde el vamos debió haber exigido formalmente la investigación a Díaz Verón.
Es cierto, se presentó una causa penal abierta contra Díaz Verón, pero la iniciativa no parece haber salido del Congreso. Una vez más, la prensa tuvo que tomar la iniciativa.
¿Para qué entonces está el Congreso?
Por eso, porque tenemos un Congreso con demasiados legisladores pererî –y por algo será–, la ciudadanía debe estar en guardia y lista, como antaño, “a su costa y misión” para hacer el trabajo que debieron hacer los miembros del Congreso desde el privilegio que gozan, pero que no han sabido honrar: exigir justicia y respeto a la Constitución del pueblo paraguayo.
Olivia González