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Los muertos, cinco policías en una semana, fueron los acorralados, no los bandidos, que sin ninguna duda cuentan con amplia protección de la narcopolítica.
Ante los nuevos asesinatos en zonas liberadas para los narcos, el cuento es que se mueven de lugar porque ya no pueden operar en sus zonas habituales. Y todos sabemos que es mentira. Los delincuentes hacen lo que quieren y donde quieren. Ellos disponen. Se mueven con total tranquilidad porque tienen carta blanca para hacerlo. Nadie los molesta. Por eso mismo tienen a un paraguayo secuestrado hace más de un año, cuya madre dice que ha perdido las esperanzas. ¡Cuánta desgracia ha caído sobre nuestro país!
Llama la atención que siempre el Gobierno pueda decir que sabe quién cometió los asesinatos y porqué, pero manejando información tan precisa sea incapaz de tomar medidas contundentes.
Y nuestro presidente, en lugar de mandar señales claras de que lucha contra la narcoviolencia, le presenta a Cristina Villalba, la reina del Norte, al papa Francisco.
Así estamos. Este es el país que tenemos. Donde el narcoterrorismo campea y aterroriza, matando a la gente más pobre, mientras otros se llenan los bolsillos con la excusa de la lucha contra el terrorismo.
Cierro estas líneas con unas palabras de Francisco en Paraguay, cuya presencia fue una brisa fresca que ya fue totalmente opacada por el hedor de la podredumbre de la narcopolítica: “Que no haya más víctimas de la corrupción, la violencia y el nacotráfico”.
Roberto López