El laicismo es libertad

El derecho a la libertad de culto o libertad religiosa, es un derecho humano fundamental, y como tal merece ser protegido. Así como es necesario defender la libertad religiosa es necesario defender un Estado laico.

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El Estado laico es el mejor garante de esa libertad. Es innegable que el nuestro es un país de una amplia mayoría católica, pero esto no puede utilizarse como pretexto o aliciente para que se utilice el dinero de todo el pueblo en un evento de una religión determinada, incluso si esta es la que profesa la mayoría del pueblo.

Ninguna religión merece ser tratada en condiciones inferiores a otra frente a los ojos del Estado. Ninguna por lo tanto puede ser receptora de favores del Estado. Sin un Estado laico, ¿qué impediría que un ejecutivo hipotético, que profesase una fe diferente a la de la mayoría pueda utilizar el dinero de todos para mejorar la infraestructura edilicia de su iglesia o auspiciar las giras de sus líderes? La constitución cumple su labor en una democracia cuando protege a la minoría de una dictadura injusta de la mayoría, o viceversa.

Tampoco es justo dar el supuesto consentimiento: “mi dinero sí pueden utilizarlo”. ¿Cómo hace un Estado administrador extremadamente ineficiente para separar de manera efectiva el dinero de creyentes y no creyentes? Es más, el utilizar dinero público en estos eventos representa una perfecta oportunidad para que los políticos acostumbrados a inflar costos y desviar fondos, puedan hacerlo una vez más.

Es mucho más perezoso intelectualmente defender que la venida de un hombre con algunas luces más que sombras, a un país tan corrupto, nos inspiraría de manera divina a construir una sociedad más empática, justa, mejor. Los buenos cambios no son súbitos, son graduales. Y necesitan el fuerte apoyo de una sólida inversión en salud y educación, que la gira de Bergoglio está desviando.

Creo que la posición más incoherente es aquella de permitir y consentir que el Estado gaste una millonada en esta gira, solo porque se han hecho gastos inútiles y perjuiciosos en el pasado, y este al menos, es de mi agrado. Que no te parezca moralmente incorrecto, o que sea de tu agrado no lo hace útil para la patria. El dinero de todos debe ser utilizado para mejorar la calidad de vida de la sociedad.

Definamos nuestras prioridades como ciudadanos, el progreso de nuestra sociedad requiere esfuerzo y trabajo, no obras que solo resulten agradables.

La suerte ya está echada, Bergoglio está en camino y yo no voy a cambiar el pensar de millones de paraguayos. Al menos tengo mucha esperanza en el futuro, al saber que mi compañero de facultad, joven y católico, cuestiona el hecho de que una ínfima fracción de ese dinero, pagaría totalmente su educación en una universidad estatal. Y él podría servir como médico a su patria.

Rafael Jacobo Gil

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