¡Cómo deseo!

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Como es mi costumbre compartir con la familia los fines de semana, pasamos a almorzar con todos mis hijos y nietos a uno de los centros comerciales ubicados en Lambaré para tener la grata satisfacción con mi señora, de compartir una mesa fuera de la casa sin el consabido trabajo de tener los traqueteos infernales de preparar, seguido de la tediosa limpieza.

Es tanta la satisfacción, la de mi señora y la mía, poder tener esa posibilidad, cada fin de semana, religiosamente, de ofrecerles a nuestros hijos y nietos compartir una mesa en familia y tener un grato momento que son los hechos que marcarán sus vidas, al recordar momentos compartidos.

Un día, cuando ya todos estábamos distendidos en la charla de sobremesa y a los postres, observo en una mesa contigua un matrimonio de japoneses ya mayores, que se sientan también a compartir su almuerzo. Pero con una gran diferencia: la señora pone sobre la mesa una bolsita, y de la misma saca 5 galletas compradas del supermercado. Así mismo el señor pone un vaso con jugo y comienza a tomar. La señora le ofrece con una sonrisa una galleta al señor, que me imagino era su marido, y también ella toma una y que comienzan a degustar con mucha ceremonia y satisfacción trago por trago.

Este momento sagrado de ambos, el de compartir el almuerzo, sencillamente con una galleta y jugo, que se produjo entre risas, proyectaba una gran satisfacción espiritual, con un sentido ceremonioso, cargado de sentimiento y mucha espiritualidad, que les caracterizan a los orientales.

Cruzamos mirada con la señora y me ofrece una sonrisa de cortesía que correspondí con mucho gusto e inclusive tuve la idea de invitarles a almorzar, porque al tener en mi mesa tanta abundancia material sentí algo y me dije: voy a ofrecerles compartir. Pero una voz interior me dijo que esas personas, independientemente de lo material, tenían una paz y felicidad por el momento compartido por lo cual podría herir su momento sagrado.

Me sentí mal y quedé pensando desde ese momento en cómo podría hacer que todos mis seres queridos puedan tener en sus vidas el mismo sentimiento que ellos proyectaban, y que independientemente de lo que se tenga sobre la mesa, importe más estar todos alrededor en paz y felicidad al compartir con la familia y lograr momentos de felicidad estando todos juntos entre padre, madre, hijos y nietos, y no esperar a la vejez para lograrlo.

Rafael Ortiz Cibils

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