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De hoy en más escribiré en positivo para evitar ser aburrido. Ahí va mi primera reflexión jovial: qué ecuánime decisión la de nuestras virtuosas autoridades al intentar designar para la Corte Suprema de Justicia del país a abogados pundonorosos, entre los que se encuentra el hermano de un expresidente de la República que en mayo del 2006 debió afrontar un injusto juicio oral por instigar al desvío de 16 millones de dólares de los bancos en liquidación Unión y Oriental, a cuya familia se la acusó de participar en el citado delito.
Además, qué bonitos son los saludables Aedes aegyptis que nos transmiten benignas enfermedades; los provechosos viajes presidenciales que nos atiborran de inversiones extranjeras; las coloridas y húmedas inundaciones objeto del disfrute de nuestros niños ribereños; la armonía existente en los partidos políticos que garantizan la gobernabilidad deseada; los abundantes motochorros con sus increíbles habilidades para el meritorio hurto callejero; los organizados y dedicados cuidacoches y su noble tarea de velar por nuestras delicadas pertenencias; los caminos y viaductos bien diseñados y construidos por austeras y cumplidoras empresas proveedoras del Estado; el misericordioso EPP y su notable tarea por modificar el país; los cordiales secuestros de vivarachos dedicados a este negocio tan rentable, que incrementa sostenidamente el PIB de la nación; la controlada inseguridad ciudadana que nos faculta para vivir apaciblemente; los familiares de laboriosos legisladores nombrados en el Parlamento que hacen eficaz la labor parlamentaria; los probos y ágiles ministros de la Corte y sus incuestionables dictámenes; los eficaces y cultos legisladores nacionales con sus apropiadas leyes; el razonable precio del pasaje y los modernos buses en los que viajamos con comodidad inusitada; los rápidos y eficaces juicios políticos a funcionarios ineficientes, la participación victoriosa de nuestra selección en el Mundial del Brasil; etc.
Qué orgullosos debemos estar de todo lo que nos pasa merced a la buena onda, característica de nuestra paraguayidad, que con justicia la exhibimos ante un mundo que nos contempla deslumbrado.
Aníbal Reinaldo Pangrazio