La fabricación en serie de calzados baratos, el uso cada vez más común de zapatos hechos con materiales de poco valor y la creciente informalidad de la sociedad para vestirse han reducido significativamente el número de clientes de los zapateros, alega este biznieto de inmigrantes alemanes que administra una de las pocas zapaterías que quedan en la zona sur de Río de Janeiro.
“La zapatería es un oficio que se hereda. Yo aprendí de mi padre y le enseño todo lo que sé a mi hijo, pero a él le recomiendo que concluya sus estudios universitarios para que tenga una carrera como alternativa” , dijo a Efe este zapatero, cuyo hijo, de 27 años, estudia el último año de biología en la universidad.
Hastemreiter relata que su padre aprendió a ser zapatero a los 7 años en la ciudad de Muriaé, en el interior del vecino estado de Minas Gerais, y que abrió una zapatería en Río de Janeiro en 1964. Además de heredar la profesión, heredó el local y lo administra junto con su esposa, Ana Cristina, y con su hijo, Jonatas, de 27 años y de los cuales diez dedicados al oficio, pero ahora no sabe si dejará sucesor. Alega que el oficio está amenazado de extinción y su futuro es una incógnita.
“Antiguamente todo el mundo iba a la zapatería porque el calzado era caro y valía la pena remendarlo. Hoy la clientela disminuyó bastante”, afirma Hastemreiter sin desviar la mirada de unos zapatos a los que intenta darles una suela nueva en el taller en el que trabaja en el barrio carioca de Botafogo. Los pocos zapateros que quedaron en Río de Janeiro, agrega, trabajan para personas que necesitan usar ropas sociales y zapatos de calidad, a quienes compensa restaurar un calzado de marca, caro y de materiales costosos como el cuero.
La caída de la demanda, la dificultad de aprender un oficio para el que no hay escuelas y los altos costos para sustentar una zapatería en áreas comerciales contribuyen para aumentar la amenaza de extinción del oficio. “Lo que se observa al menos en Río de Janeiro es que algunos zapateros se jubilan o se mueren y no dejan sucesores. No surgen nuevos profesionales. Las personas se quedan trabajando solas o con un único aprendiz y cuando mueren la tienda termina cerrando”, afirmó.
En su opinión, el número de zapateros también se redujo significativamente debido a que no es un oficio fácil de aprender. “La renovación es pequeña. No hay escuelas para este oficio. Para aprender a fabricar calzados sí hay escuelas pero no para aprender a remendarlos. Es algo que se aprende trabajando en una zapatería con alguien que acepta enseñarte los secretos”, afirmó.
Según Hastemreiter, los pocos buenos profesionales que surgen son disputados por los pocos zapateros que persisten en su oficio y que necesitan un ayudante. “Tuve hace algunos años un buen aprendiz al que aconsejé abrir una zapatería en el suburbio y al que le marchan bien las cosas. Ahora está difícil traerlo de regreso”, aseguró. El zapatero afirmó que otro agravante son los altos alquileres para el comercio en Río de Janeiro, una ciudad que tiene uno de los metros cuadrados más caros del mundo.
“Cuando renuevan los contratos, el alquiler sube tanto y de forma tan desproporcional a la facturación, que deja de ser rentable trabajar como zapatero”, se quejó. Hastemreiter asegura que la mejor forma de sobrevivir es diversificando y adaptándose a las nuevas necesidades del mercado. “Tuvimos que adecuarnos y aprender a restaurar tenis, bolsas, capas para celular, pulseras de reloj, capas para libros, mochilas, chaquetas de motociclistas, maletas... Por eso en esta profesión hay que tener no sólo habilidad manual y paciencia, sino también mucha creatividad”, aseguró.