Una uruguaya a la espera del Guinness tras cocinar 1.500 milanesas de carne

MONTEVIDEO. A sus 38 años, la uruguaya Silvana Gamba se está labrando a pulso ser conocida como “doña Milanesa”, ya que si todo va bien, dentro de poco recibirá el récord Guinness por haber cocinado 1.500 filetes de carne empanada en dos días y noches.

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Eso sí, ahora, para certificar la misión, que fue puntualmente analizada y registrada por una notaria, resta que un comité del Guinness World Records viaje a Uruguay para tomar constancia de la proeza.

Todo comenzó cuando el sindicato de la empresa hidroeléctrica estatal le propuso hacer tamaña cantidad de filetes para el menú de una asamblea, y decidió que la palabra imposible... no iba con ella.

“En realidad yo enseguida dije 'sí claro' y el presidente del sindicato me preguntó tres veces si estaba segura. Yo me animo, lo hago y puedo”, contó hoy Silvana en diálogo con Efe.

Así que no había que dejar pasar la oportunidad y lo que empezó como una “broma” de su hija -que se apuntara al Guinness- acabó siendo realidad. “Entramos en la página y nos anotamos. Miramos y no había nadie que lo hubiera hecho”, confiesa la chef, dueña de una rotisería (negocio de comida preparada) en la ciudad de Canelones, al sur de Uruguay.

En total, 260 kilos de carne de vacuno, 1.000 huevos, 250 kilos de pan rallado, 400 litros de aceite y 2,5 kilos de sal, pero también 1.500 panes tipo “tortuga”, 12 cajones de lechugas y 800 tomates, ya que las milanesas, en este caso, iban suculentamente acompañadas y dispuestas para ser saboreadas en 1.500 bandejitas.

Si bien hace dos años que está al frente de su negocio, con el que hace servicios de catering, y “toda la vida” se dedicó a vender comida desde su casa, nunca se había propuesto cumplir una hazaña de este calibre.

“Nos dijeron (desde Guinness) que no había récord de esa cantidad de milanesas ni al pan”, cuenta quien asegura “se anotó por anotarse”, ya que se trataba “más un reto personal” que hacer el récord.

Solo en gastos de ingredientes, 76.000 pesos (unos 2.700 dólares) quedaron en el camino, aunque el sindicato le adelantó parte del costo por sus servicios para poder hacer frente a los gastos.

El primer problema llegó cuando su camioneta no daba de sí para transportar los ingredientes, por lo que tuvo que contratar otra mayor para trasladarlos desde las tiendas hasta su cocina, que en pocas horas se convirtió en una particular factoría de milanesas, un tipo de producto muy consumido en Uruguay.

“Fueron muchas horas de trabajo sin parar. Arrancamos un lunes a las 19 horas y terminamos el jueves a las 5,30, cuando salimos a entregar las milanesas. Tuve la ayuda de dos amigas, de mi madre y mi suegra. Las teníamos alejadas (a estas dos últimas) por las dudas”, dice entre risas, algo que no faltó ni un solo minuto durante la aventura, que tuvo lugar a mediados de julio.

Así, mientras sus ayudantas se organizaban en turnos, ella no dejó de estar con las manos en la masa, sin dormir, durante las casi tres jornadas que se alargó el reto, mientras se alimentaban a base de pizzas, chocolate o pastas de té, pero sin probar ni una sola de las protagonistas por excelencia.

“Milanesa no quería nadie. Estábamos anonadadas del olor a frito”, asevera Silvana, quien dice encantarle las milanesas, aunque con la idea de que por un tiempo... solo las comerá de pollo.

Con la misión cumplida, ahora espera ansiosa que el comité de Guinness llegue a Canelones, tal y como le comunicaron que ocurriría. “Guardamos las boletas, los recibos, todo lo que certifica la compra y lo que hay que esperar es que vengan”, añade con la vista puesta en que toda salga como se espera y sea una mujer de récord. “Me pondré muy feliz, pero ya soy refeliz”, acierta a decir con orgullo.

Los comensales quedaron satisfechos y dentro de seis meses celebran otra asamblea sindical. “Vamos por más milanesas. Me propusieron hacer 9.000 empanadas pero no sé si me animo... ahí no sé si me animo”, asevera.

De momento, las alrededor de 200 milanesas que sobraron del encuentro sindical se donaron a una escuela pública, algo que encendió su emoción y le hizo pensar que con Guinness o sin él, el reto... “valió la pena”. 

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