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En la fiesta, que cada año tiene lugar el último miércoles de agosto, participaron 22.000 personas, la mayoría extranjeros, que durante una hora se lanzaron 160 toneladas de tomates transportados por seis camiones.
Antes de lanzar los tomates maduros, los participantes los aplastan para evitar dañar a alguien.
La fiesta deja al final ríos de caldo de tomate por las calles de Buñol, sobre los que a muchos gusta revolcarse.
La costumbre manda vestir camisetas blancas, muchos llevan gafas de bucear, mientras que los palos de selfie no son permitidos. Tras los atentados del día 17 en Barcelona, el dispositivo de seguridad fue reforzado -participaron 700 efectivos- e incluyó el blindaje de acceso a las calles de esta pequeña localidad de apenas 10.000 habitantes y hasta cuatro filtros de seguridad.
Para reducir el número de participantes en la fiesta, el ayuntamiento decidió hace tres años comenzar a cobrar 10 euros para acceder al centro del pueblo, que quedó a partir de entonces acordonado.
Hasta 50.000 personas habían llegado a participar en años pasados en la fiesta, lo que incluso impedía a los camiones cargados de tomates realizar su recorrido. Este año, la Tomatina sirvió para el rodaje de un anuncio publicitario de una marca coreana de automóviles.
La Tomatina está declarada fiesta de interés turístico internacional.
El origen de la Tomatina se remonta a 1945, cuando unos jóvenes a los que que se les impidió participar en la fiesta tradicional de “Gigantes y cabezudos” comenzaron a tirar tomates que encontraron en unas cajas a la comitiva para que les dejasen participar. Como cada año, los Bancos de Alimentos cargaron contra la Tomatina criticando el desperdicio de tomates.
La Federación de Bancos de Alimentos “lucha contra todo tipo de despilfarro de alimentos y consideramos que esta celebración es un poco un despilfarro”, dijo su presidente, Nicolás Palacios.
El ayuntamiento de Buñol responde que estos tomates no son aptos para el consumo y que ha llegado a un acuerdo con una empresa para destinar a la fiesta los excedentes.
“Si no se celebrase la Tomatina, estos tomates se quedarían en el campo y el agricultor perdería dinero”, afirmó José Ramón Mechó, gerente de la cooperativa de tomates La Llosa.