El jefe de Estado ucraniano, Petro Porochenko, y Suma Chakrabarti, presidente del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD), que gestiona los fondos para las medidas de seguridad que protegen el lugar, visitarán el martes la antigua central de Chernóbil, a sólo cien kilómetros al norte de Kiev.
Depositarán flores en memoria de las víctimas de la catástrofe y asistirán a la firma de un acuerdo para que el BERD conceda 40 millones de euros destinados a la construcción de un depósito para el combustible nuclear usado en la central.
Durante la noche, los habitantes, como cada año, habían llevado flores y velas al monumento de las víctimas de Chernóbil en Slavutich, una ciudad a unos 50 kilómetros de la central y construida tras la catástrofe para alojar a sus empleados.
“Treinta años después del accidente de Chernóbil, es crucial llevar a cabo esfuerzos conjuntos, entre Ucrania y la comunidad internacional, para transformar el sitio en un lugar seguro para el medio ambiente”, destacó Chakrabarti el lunes en Kiev.
El 26 de abril de 1986, a la 01H23, el reactor número 4 de la central explotó durante una prueba de seguridad.
Durante diez días, el combustible nuclear ardía, expulsando a la atmósfera elementos radioactivos que según ciertas estimaciones contaminaron hasta tres cuartas partes de Europa, pero sobre todo Ucrania, Bielorrusia y Rusia, en aquel momento repúblicas soviéticas.
Moscú intentó al principio esconder el accidente. La primera alerta pública fue dada el 28 de abril por Suecia, que había detectado un aumento de radioactividad. El jefe de Estado soviético, Mijail Gorbachov, no habló públicamente del incidente hasta el 14 de mayo.
Una vez que las autoridades reconocieron el accidente, un total de 116.000 personas tuvieron que dejar sus hogares situados en la zona de exclusión, a la que hoy en día siguen sin poder volver. En los años siguientes, otras 230.000 personas fueron desalojadas.
Hoy en día cerca de 5 millones de ucranianos, rusos y bielorrusos viven en zonas donde la cantidad de radiación es alta.
En cuatro años, unas 600.000 personas, principalmente militares, policías, bomberos y funcionarios, trabajaron como “liquidadores” para contener el incendio nuclear y crear una barrera de hormigón para aislar el reactor.
Actualmente, el balance humano de la catástrofe sigue siendo polémico. Según el Comité Científico sobre los Efectos de la Radiación Atómica de la ONU (UNSCEAR) hubo 30 muertos entre los agentes enviados a contener los efectos del accidente en los días siguientes al desastre.
Un controvertido informe publicado por la ONU en 2005 estimó en “cerca de 4.000” las víctimas en los tres países más afectados. Un año después, la organización ambientalista Greenpeace situó la cifra en cerca de 100.000.
Pesa a la catástrofe, otros tres reactores de Chernóbil siguieron produciendo electricidad hasta diciembre del año 2000.
El “sarcófago” de hormigón construido rápidamente en 1986 amenaza con desplomarse y exponer al aire 200 toneladas de magma altamente radioactivo.
Para evitar una nueva catástrofe, la comunidad internacional se ha comprometido a financiar la construcción de una nueva protección, más segura. Un gigantesco arco impermeable en acero, cuya duración está estimada a 100 años como mínimo, ya está construido y debería estar plenamente operativo a finales de 2017.