Ariel Castro, 53 años, de origen portorriqueño, había sido condenado hace apenas un mes a cadena perpetua sin posibilidad de salir de la cárcel.
“Yo superaré lo que padecí. Usted vivirá en el infierno eternamente”, le había dicho Michelle Knight, una de las tres víctimas, a Castro, que para evitar la pena de muerte había aceptado reconocerse culpable de todos los cargos.
Castro “se encontraba en detención preventiva, lo cual quiere decir que estaba solo en su celda, y se realizaban rondas cada 30 minutos”, indicó un comunicado de la administración penitenciaria de Ohio. “Al hallar al recluso Castro, el personal médico de la prisión inició los procedimientos de reanimación”, precisó el comunicado.
Castro, trasladado de urgencia a un hospital, fue declarado muerto a las 22:52 del martes.
“Una cuidadosa revisión de este incidente está en marcha”, declaró el portavoz del departamento penitenciario de Ohio JoEllen Smith. Ningún otro responsable de la administración penitenciaria del estado pudo ser contactado.
Apodado “el verdugo de Cleveland”, Castro había sido sentenciado el 1 de agosto pasado. Castro había sido detenido a principios de mayo, luego de que el 6 de mayo una de sus víctimas, Amanda Berry, lograra huir de la casa en la que estaban secuestradas.
Michelle Knight (32 años), Amanda Berry (27) y Gina DeJesus (23) habían sido secuestradas en la calle entre 2002 y 2004 cuando tenían 20, 16 y 14 años respectivamente. Durante la reclusión, Castro las golpeó y violó en reiteradas ocasiones.
Amanda Berry tuvo una hija, Jocelyn, nacida en cautiverio y ahora de seis años. Análisis de ADN demostraron que la niña es hija de Castro.
Castro fue sentenciado por el juez Michael Russo por los delitos de homicidio agravado -debido a que puso fin al embarazo de una de sus cautivas- así como por cientos de otros cargos que incluyeron secuestro y violación.
En una declaración ante el tribunal, Castro, vestido con el traje anaranjado de los prisioneros y encadenado de pies y manos, había confesado ser adicto al sexo y estar enfermo. “No soy un monstruo. Soy una persona normal. Sólo estoy enfermo. Tengo una adicción como un alcohólico tiene una adicción”, expuso Castro en aquella oportunidad.
Reconoció además haber sufrido abusos cuando era pequeño y haber crecido obsesionado con el sexo y la pornografía. También reiteró que seguía sin saber por qué retuvo durante una década a las tres mujeres, pero insistió en que “había cierta armonía en la casa”.
“Estoy realmente arrepentido”, esbozó durante el juicio.
“Señor, no hay lugar ni en esta ciudad ni de hecho en el mundo para los que esclavizan a los otros, para los que agreden sexualmente y brutalizan”, había fustigado el juez durante el juicio.
Para evitar la pena de muerte, el 26 de julio pasado, el exchofer de un autobús escolar se había declarado culpable de 937 crímenes de secuestro, violación y muerte agravada, por haber hecho abortar a golpes a una de sus víctimas.
Durante el juicio, el testimonio de Michelle Knight había conmocionado a Estados unidos.
Knight había contado entre sollozos “el infierno” que había vivido en la casa de Cleveland. “Viví 11 años de infierno, el suyo recién recién comienza”, había dicho Knight dirigiéndose a su verdugo.
“Puedo perdonarle pero nunca podré olvidar. Viviré (...) mientras usted muere poco a poco cada día pensando en los 11 años y en las atrocidades a las que nos sometió”, había añadido conmocionada ante Castro, que no se inmutó.
Una semana después del veredicto, la “Casa del Horror” de Cleveland, donde Castro mantuvo secuestradas a las mujeres, fue demolida bajo la atenta mirada de Michelle Knight, rodeada de vecinos que aplaudían a los obreros.