Tácticas de espionaje futuristas para las protestas en EE.UU.

WASHINGTON. Los disturbios que sacudieron Baltimore en la última semana han permitido el despliegue de artefactos de espionaje que adelantan cómo será el control de multitudes en el futuro.

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Los disturbios de Baltimore de la semana pasada no llegaron al nivel de los ocurridos en Londres en 2011 o los de París en 2005, pero el despliegue de recursos, entre ellos artefactos de espionaje adaptados del teatro de guerra, adelantan cómo será el control de multitudes en el futuro.

Poco después de que Baltimore ardiera a causa de la muerte de un joven negro a manos de la policía y mientras miles de agentes y miembros de la militar Guardia Nacional se desplegaban por sus calles, las autoridades ponían en marcha modos más discretos de control.

Al menos dos aviones de vigilancia, con capacidad de utilizar tecnología de espionaje de última generación, sobrevolaron la ciudad varios días en secreto y siempre bajo la protección de la noche.

Uno de ellos, un Cessna de hélice, estaba registrado a nombre de NG Research, una empresa casi imposible de rastrear, y otro, con motor a reacción, ni siquiera mostraba número de identificación en las web que compilan información pública de radares.

Cuando este viernes le preguntaron a la nueva fiscal general, Loretta Lynch, sobre esos vuelos, la funcionaria responsable de las agencias policiales federales, entre ellas el FBI, esquivó hábilmente contestar a la pregunta.

“Creo que alguien me lo ha comentado. ¿Que si hemos volado 'drones' sobre Baltimore? Y yo pensé: no tenemos ningún 'dron'”, explicó Lynch cambiando el sentido de la pregunta y respondiendo solo sobre aviones no tripulados.

Según una investigación de internautas, profundizada posteriormente por el Washington Post, al menos una avioneta ligera y otra de mayor tamaño, ambas tripuladas, volaron varios días en círculos sobre Baltimore.

La Unión de Libertades Civiles de Estados Unidos (ACLU) ha solicitado oficialmente información sobre estos métodos de vigilancia de alta tecnología, que se realizan en el más absoluto secreto y de los que desconoce su uso y justificación.

En declaraciones a Efe, Nathan Wessler, abogado y experto sobre privacidad de ACLU, asegura que el temor es que estas técnicas, más que ayudar a la lucha contra el crimen, “tengan un efecto disuasorio en el derecho a manifestarse” al dejar claro que el “Gran Hermano” está vigilando.

“El secretismo con el que se utilizan estas técnicas hace muy difícil saber si se están violando derechos”, explica Wessler, que no tiene claro si recibirán información gubernamental completa de estas operaciones.

Estos aviones pueden montar cámaras infrarrojas de alta resolución y grabar lo que sucede en un amplio radio, multiplicando el alcance de lo que hasta ahora hacían los helicópteros de policía.

El FBI ha reconocido haber ayudado a la Policía de Baltimore con estos aviones para “proveer imágenes aéreas de posible actividad criminal”.

Wessler añade que, hasta donde se conoce, esa tecnología de grabación de alta resolución puede servir de “máquina del tiempo” y permitir a las autoridades revisar posteriormente los movimientos de personas y vehículos, “hasta saber si un individuo entró o salió de cierto edificio”.

Para aumentar más la sensación de que nada se escapaba al ojo de las autoridades, un dirigible de vigilancia, de los utilizados en la guerra de Irak y uno de los más sofisticados sistemas de seguimiento de personas que existen, sobrevolaba la ciudad.

El Ejército estadounidense lo desplegó hace varios meses asegurando que solo tiene la intención de probar un sistema de radar antimisiles que, no obstante, tiene la capacidad, si se desea, de detectar movimientos de vehículos en más de 200 kilómetros a la redonda.

Si se equipa con cámaras de alta resolución, como se ha hecho en las guerras de Afganistán e Irak o en la frontera con México para detectar inmigrantes, este dirigible es capaz de registrar en detalle movimientos de personas.

A estos sistemas se suman otros nuevos métodos de control de protestas, como el uso de ondas sónicas para ahuyentar manifestantes (una práctica también utilizada en Baltimore), que permiten adelantar como serán las protestas del futuro.

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