Cerca de 900 bomberos y 300 vehículos combatían por la tarde el fuego que se declaró el sábado en la localidad de Pedrogao Grande, a unos 50 km de Coimbra, en la región de Leira, para extenderse después rápidamente por varios frentes.
Según un nuevo balance anunciado por el secretario de Estado del Interior, Jorge Gomes, el incendio dejó 62 muertos y más de 50 heridos, entre ellos ocho bomberos. El fuego “sigue avanzando en cuatro frentes, dos de ellos de una gran violencia”, había explicado previamente.
Muchas de las víctimas se vieron atrapadas por las llamas en el interior de sus coches cuando circulaban por una carretera cercana. “Es difícil decir si estaban huyendo del fuego o fueron sorprendidos por él”, según Gomes.
Desde el Vaticano, el papa Francisco expresó su “cercanía con el querido pueblo portugués a raíz del devastador incendio que arrasa los bosques (...) causando muchos muertos y heridos”.
En estas colinas, que 24 horas antes estaban cubiertas de eucaliptos y pinos, la devastación era total. De cada lado de la carretera nacional IC8, a lo largo de al menos 20 km, una espesa capa de humo blanco quedaba suspendida sobre los árboles carbonizados y el suelo ennegrecido.
Frente a unas casas abandonadas, se veía un coche calcinado. Más lejos, el cadáver de un hombre cubierto con una sábana blanca yacía a pocos metros de la carretera principal, rodeado de policías equipados con máscaras.
Decenas de personas que huyeron de sus casas fueron acogidas por los habitantes de una localidad cercana, Ansiao. “Hay gente que llegó diciendo que no quería morir en su casa, envuelta por las llamas”, explicó a la prensa uno de ellos, Ricardo Tristao.
Cerca de un pequeño estanque en la aldea de Bouça, perteneciente al municipio de Penela, una decena de bomberos se había desplegado con sus dos camiones para evitar que las llamas se propagasen. “Hemos tenido un momento muy tenso en el pueblo de Moninhos Cimeiros, varias viviendas tuvieron que ser evacuadas y si no hubiésemos estado ahí todo habría partido en humo”, explicó uno de ellos, Mario Maia, a la AFP.
“La prioridad ahora es salvar a las personas que puedan seguir en peligro”, declaró, muy afectado, el primer ministro portugués Antonio Costa, desde la sede de la Protección Civil, cerca de Lisboa. Y reconoció: “Desgraciadamente, esta es sin duda la peor tragedia que hemos conocido en estos últimos años en términos de los incendios forestales”.
El sábado, Portugal se vio afectado por una fuerte ola de calor, con temperaturas que superaron los 40 grados en varias regiones. Unos 60 incendios forestales se declararon en todo el país durante la noche y cerca de 1.800 bomberos fueron movilizados para combatirlos.
Los incendios podrían haber sido provocados por la caída de rayos en zonas donde se registraron tormentas eléctricas, explicó Costa. El principal incendio alcanzó varios pueblos y se pusieron en marcha planes de evacuación, afirmó sin poder precisar cuántas personas se vieron afectadas.
España envió el domingo por la mañana dos Canadairs a la zona para reforzar el dispositivo de los bomberos portugueses. Francia decidió por su parte enviar tres aviones especializados en la extinción de incendios, que debían llegar durante la tarde.
“Mis pensamientos están con las víctimas en Portugal”, afirmó en un tuit el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. “Admiro el valor de los bomberos. Se activó el mecanismo de protección civil de la UE y ayudaremos”, añadió.
El presidente portugués, Marcelo Rebelo de Sousa, se desplazó a la región de Leiria y dio el pésame a las familias de las víctimas, “compartiendo su dolor, en nombre de todos los portugueses”. El mandatario rindió también homenaje a las labores de los bomberos y aseguró que, viendo las condiciones, “lo que se ha hecho es lo máximo que se podía hacer”.
Relativamente a salvo del fuego en 2014 y 2015, una ola de incendios sacudió Portugal el año pasado, que devastaron más de 100.000 hectáreas de su territorio continental.
En la isla turística de Madeira, donde el fuego causó tres muertos en agosto, 5.400 hectáreas fueron devoradas por las llamas en 2016 y unas 40 viviendas quedaron destruidas. En 2003, varios incendios dejaron una veintena de muertos. Y en 1966, un violento incendio causó la muerte a 25 militares que habían intentado en vano controlarlo.