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Las protestas eran menores a las que ocurrieron hace dos meses en el marco de una huelga nacional. Los servicios de trenes subterráneos y autobuses no operaban en Brasilia y había algunas manifestaciones pequeñas con bloqueos de calles que complicaban el tránsito en Sao Paulo y Río de Janeiro.
La nueva medida de fuerza tenía un impacto limitado en las refinerías de petróleo y, según informó la gigante bajo control estatal Petrobras, no afectaba las actividades de exploración, producción, refino y logística de la compañía.
Temer, cuyo Gobierno cuenta con aprobación de apenas un dígito un año después de su inicio, ha resistido varios pedidos de renuncia luego de que ejecutivos de la principal empresa cárnica del mundo -JBS SA- lo acusaron de pedir millones de dólares en sobornos.
El presidente fue acusado formalmente de corrupción esta semana. Los sindicatos se oponen rotundamente al proyecto de reforma laboral de Temer, ya que reduce su poder en los lugares de trabajo al recortar sus mandatos y permitir que las compañías y los empleados negocien términos contractuales más libremente.
El proyecto oficial ya ha sido aprobado por la Cámara baja y pasaría al Senado en unas semanas. Los organismos de representación de los empleados también critican la propuesta oficial de reforma al sistema de pensiones del país sudamericano, que haría que los brasileños tengan que trabajar por más tiempo antes de jubilarse.
Economistas e inversores consideran que la reforma previsional es la única manera de que Brasil acomode sus finanzas a largo plazo sin apelar a masivos aumentos de impuestos. Protestas anteriores este año han generado enfrentamientos violentos entre manifestantes y policías.
En mayo, Temer desplegó al Ejército para proteger edificios públicos luego de que manifestantes incendiaron una sede ministerial en Brasilia