“La idea de destitución, sin que exista un hecho que diga que existe responsabilidad directa de la presidenta de la República, no nos saca del caos. Puede profundizarlo”, sostuvo la exsenadora y exministra de Medio Ambiente en una entrevista publicada hoy por el diario Valor Económico de Sao Paulo.
Silva, quien quedó tercera en la elección de octubre pasado, e la que Rousseff fue reelegida, afirmó que Brasil “vive una situación dramática en la vida política, económica, social e institucional” a raíz del escándalo de corrupción en la empresa estatal Petrobras.
Para la ambientalista, las manifestaciones opositoras y “la disparidad entre lo que se dijo para ganar la elección y lo que está siendo invocado ahora, a la hora de gobernar”, complican el horizonte político del país.
Según Silva, quien en los comicios de 2010 también quedó en tercer lugar, la protesta opositora del domingo pasado, que reunió a casi dos millones de personas en varias ciudades, “fue una manifestación fantástica”.
De acuerdo con la ecologista, ese movimiento “extrapoló cualquier expectativa de medición por la cantidad de gente y la forma pacífica de expresarse, diferentemente de aquellos que levantaban banderas retrógradas que hieren a la democracia”, en alusión a los grupos que reclamaban un golpe militar.
En esas manifestaciones, según Silva, hay un “deseo unificado de mejorar el país, con banderas difusas, sin un foco, pero lo que la gente quiere es tener una mejor representación política, instituciones que funcionen, mantener la prosperidad económica, la inversión y el empleo”.
La dirigente ambientalista afirmó que el Gobierno de Rousseff debe asegurar “un compromiso ético de recuperar la credibilidad, porque eso es fundamental para el diálogo con la población y las medidas duras (un ajuste fiscal) puedan tener efecto”.
Sin embargo, advirtió de que esta situación debe estar alejada del “marketing político” usado en la campaña electoral.
La excandidata también imaginó un panorama dificultoso para la clase gobernante si se equivoca en dar respuesta a los reclamos.
“Sería un error en este momento delicado imaginar que es una solución dialogar apenas con una docena de interlocutores, como en 2013 (con una ola de manifestaciones). Lo que vemos es una sinergia política para cambiar el país, no es una tarea de un partido o de un Gobierno”, subrayó.
Y advirtió que “apostar en la división (del país) es el peor de los escenarios pero también crear una cultura de la queja como si fuera un acto de expresión política también no lleva a ningún lado”.