Rusia puede beneficiarse de salida de EE.UU. del acuerdo nuclear

MOSCÚ. Rusia condenó la retirada de Estados Unidos del acuerdo sobre el programa nuclear iraní, pero está menos expuesta que los europeos a las consecuencias económicas de las sanciones estadounidenses, que podrían resultar ventajosas para sus empresas.

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Mientras que los europeos se esfuerzan por preservar los lazos económicos tejidos con Irán desde la firma del acuerdo en 2015, las empresas rusas se encuentran en una posición ventajosa, señalan los analistas.

“El acuerdo y el levantamiento de las sanciones marcaron la vuelta de las empresas europeas a Irán y una fuerte competencia. En la actualidad, difícilmente podrán continuar y eso da más espacio a Rusia”, afirma el politólogo independiente Vladimir Sotnikov.

“Rusia tiene hoy, más que nunca, carta blanca” para actuar. Las relaciones entre Rusia e Irán, antaño antagonistas, mejoraron mucho con el fin de la Guerra Fría. Cuando los demás países aislaban a Teherán, Moscú aceptó retomar, a mediados de la década de los 1990, el contrato de construcción de la central nuclear de Bushehr (sur de Irán), abandonado por Alemania. E incluso antes del acuerdo de 2015, los dos países trataban de reforzar sus lazos comerciales pese a las sanciones en vigor.

“Las empresas europeas están más expuestas al mercado estadounidense, deben conformarse con no tener problemas. Los rusos lo están mucho menos, tienen menos que perder”, afirma Igor Delanoë, del Observatorio Franco-Ruso. “Incluso cuando Irán era objeto de sanciones, los rusos siguieron trabajando allí, sin complejos. Están acostumbrados a evolucionar con las limitaciones jurídicas y económicas. Mecánicamente, Estados Unidos obliga a Irán a mirar más hacia Rusia y China” , afirma.

Esta situación podría revitalizar los intercambios económicos entre Rusia e Irán, que perdieron fuelle en los últimos años pese a la implicación del gigante ruso Rosatom en el sector nuclear civil iraní y el de los gigantes de los hidrocarburos Lukoil y Rosneft en la explotación de los recursos petroleros del país. Según el experto, el comercio bilateral fue de 1.700 millones de dólares en 2017, un 20% menos que el año anterior, y mucho menor que los 3.000 millones de finales de los años 2000.

El viceministro ruso de Relaciones Exteriores, Serguéi Riabkov, aseguró el jueves en Teherán, según la agencia Ria Novosti, que los dos países esperaban proseguir con una “cooperación económica completa": “No tenemos miedo a las sanciones” .

Y la misma idea llega desde China, que financia a Irán en proyectos de varias decenas de miles de millones de dólares en hidrocarburos, infraestructuras y electricidad. Pekín asegura querer mantener “relaciones económicas y comerciales normales”.

“Rusia quiere vender acero, infraestructuras de transportes y otros bienes manufactureros a Irán. Cuanto menos fuerte es la competencia de Estados Unidos o de la Unión Europea, mejor”, considera Charles Robertson, analista de Renaissance Capital. Igor Delanoë también cita las necesidades de Irán en materia de infraestructura energética, de telecomunicaciones y de electricidad.

“En esos sectores, Rusia tiene una carta que jugar”, afirma, indicando que eso podría hacer progresar “una cierta tendencia a hacer negocios en la moneda nacional entre Rusia” y los países de Oriente Medio, evitando el dólar, cuya utilización comporta una exposición a la justicia estadounidense. Otro efecto positivo para la economía rusa: el alza de los precios del petróleo, que alcanzaron su máximo nivel desde 2014 tras la retirada estadounidense del acuerdo. Para los analistas del banco ruso Alfa, las tensiones actuales deberían mantener el precio del barril a un nivel alto, “un gran alivio para el mercado ruso”.

Para el Estado, cuyas finanzas siguen dependiendo mucho de los hidrocarburos, esto constituye un aporte de dinero fresco nada despreciable justo cuando Vladimir Putin empieza su cuarto mandato con unas promesas de campaña costosas para desarrollar la energía rusa y reducir la pobreza. El primer ministro, Dmitri Medvedev, evaluó las necesidades financieras ligadas a esos objetivos a largo plazo en más de 100.000 millones de euros.

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