“No es una diferencia sobre doctrina, sino sobre el gobierno de la Iglesia”, dijo a EFE en entrevista telefónica Caridad Linda, de la Congregación de la Humildad de María, y quien trabaja en Guadalajara (México) y en Davenport (Iowa).
Las religiosas piden además de la ordenación sacerdotal femenina, una mayor tolerancia del Vaticano en temas como la homosexualidad, el aborto y su lucha por la justicia social.
Persiguen, en definitiva, según explicó Linda a Efe, una Iglesia menos jerárquica y más participativa.
La reunión en Missouri de la Conferencia de Líderes de Congregaciones Religiosas (LCWR) -que representa a más del 80 por ciento de las más de 57.000 religiosas católicas en el país- arranca cuatro meses después de que fuesen amonestadas por el Vaticano.
“Las integrantes de LCWR harán un proceso de discernimiento acerca de su respuesta al mandato del Vaticano”, dijo a EFE la portavoz del grupo, Annemarie Sanders.
“El proceso permitirá que las hermanas se unan en la oración contemplativa y consideren entre ellas las respuestas posibles”, agregó. “Sobre la base de tales discusiones, el grupo decidirá cuáles son los próximos pasos”.
Pero la deliberación misma contraviene lo que llegó del Vaticano: un mandato.
En abril, la Congregación para la Doctrina de la Fe acusó a LCWR de “graves problemas doctrinarios” y anunció que tres obispos de EE.UU. se encargarán de poner orden entre las religiosas.
Los encontronazos del Vaticano con la LCWR vienen de lejos: durante la visita del papa Juan Pablo II a Washington en 1979, la entonces presidente del grupo, Theresa Kane, hizo en público y frente al pontífice una reclamación que ganó titulares en todo el mundo.
“Le urjo, Santo Padre, a que tenga presente el dolor que es parte de la vida de muchas mujeres”, declaró Kane, quien agregó que “la Iglesia, para ser fiel a su llamado por la dignidad de todas las personas, debe responder abriendo la posibilidad de que las mujeres estén incluidas en todos los ministerios de la Iglesia”.
En otras palabras, las religiosas pedían la ordenación sacerdotal de las mujeres, que la Iglesia ha vedado durante casi toda su historia, y que el Vaticano ha rechazado en años recientes.
Más de tres décadas después del ruego de Kane, el Vaticano ha ordenado una “visita” -una especie de inspección eclesiástica- de las órdenes religiosas femeninas en EE.UU., y la intervención de los obispos en la LCWR.
“En el tiempo de la Iglesia, éste es un conflicto breve”, comentó a EFE Jim Fitzgerald, de la Conferencia por la Ordenación de Mujeres, quien también está en St. Louis. “Pero es un proceso muy, muy deliberado”.
La “visita” la condujo el año pasado Clare Millea, la superior general de los Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús, una estadounidense que reside en Roma.
El Vaticano describió la “visita” como una encuesta sobre las condiciones de vida y prácticas en las órdenes religiosas en EE.UU.
Se desconoce, por el momento, el informe final de la “visitadora”, una falta de transparencia que, según Fitzgerald, genera insatisfacción entre las religiosas estadounidenses.
La amonestación emitida por el Vaticano en abril se refiere, también en parte, a la independencia con que viven y trabajan muchas religiosas estadounidenses, y su tolerancia en temas como la homosexualidad, el aborto y la lucha por la justicia social.
El Vaticano “nos considera una especie de mano de obra eclesiástica”, comentó Sandra Schneiders, profesora en la Escuela Jesuita de Teología en Berkeley (California), refiriéndose al papel tradicional de las religiosas como enfermeras o como maestras en las escuelas católicas.
“Nuestra visión de nuestras vidas y la visión que ellos tienen de nosotras como mano de obra no están en el mismo planeta”, añadió.