La organización ecologista defendió el cierre de los diez reactores activos en Suecia, repartidos en tres centrales, ya que fueron construidos en las décadas de 1970 y 1980 y sobrepasan los 25 años de duración aconsejados.
Las renovaciones para modernizarlos y aumentar su efectividad implican además riesgos añadidos, según la organización ecologista.
Greenpeace denunció los “amplios problemas” de las centrales en los últimos años, y que han obligado a detener varios reactores repetidas veces y a someter a dos de las instalaciones a vigilancia especial por parte de las autoridades.
Los test de estrés realizados el año pasado a petición de la UE en todas las centrales europeas tras el accidente de Fukushima (Japón) revelaron varias deficiencias en las instalaciones suecas, como insuficiente protección contra terremotos, falta de protección contra inundaciones y planes de emergencia deficientes.
El informe de Greenpeace criticó también con dureza la cultura de seguridad nuclear en Suecia y las vinculaciones entre las autoridades y la industria nuclear.
Diez de los catorce inspectores de la Autoridad para la Seguridad Nuclear (SSM) trabajaron antes en alguna de las tres centrales suecas, denuncia el informe, que habla de problema “intrínseco”.
“No podemos excluir la posibilidad de que la SSM rebaje la importancia de varios incidentes por el simple motivo de que las críticas a una deficiente seguridad en los reactores indirectamente son también críticas contra ella, como autoridad responsable de la vigilancia”, explica el informe.
El Parlamento sueco aprobó hace dos años una nueva ley, que entró en vigor el 1 de enero de 2011 y que supuso el fin de la moratoria para la construcción de nuevos reactores vigente hasta entonces.
La nueva normativa establece que solo se podrán construir reactores a la vez que se desmantelan los viejos, de modo que el número total no exceda los diez.
Suecia cuenta con tres centrales nucleares: Ringhals, Oskarshamn y Forsmark.