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Haciendo guardia en el exterior y en los andenes, soldados armados y agentes de seguridad de la red de transporte de Bruselas patrullaban la estación, situada cerca de la sede de la Comisión Europea, donde el 22 de marzo explotó una bomba en un tren en plena hora punta, matando a 16 personas.
La explosión se produjo después de que unos suicidas atacaran previamente la zona de salidas del aeropuerto Zaventem, en unos atentados reivindicados por Estado Islámico.
Algunos de los transeúntes que volvían el lunes por la mañana a Maelbeek por primera vez desde los atentados se mostraban visiblemente conmovidos.
"Me late el corazón muy rápido, no me encuentro bien", dijo Hanan Attar, que sintió la explosión en su oficina el día de los ataques. "Es muy emotivo, muy emotivo".
Muchos se paraban para leer mensajes como "Todos juntos" y "El más grande de todos es el amor" escritos en una pared por familias de las víctimas y sobrevivientes, que habían visitado antes la estación de forma privada.
Los atentados en Bruselas, donde se encuentran la sede de la Unión Europea y de la OTAN, se produjeron cuatro meses después de los ataques en París, que mataron a 130 personas. Se han identificado vínculos entre los sospechosos de ambos atentados.