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Con frecuencia leemos y discutimos sobre el estado de la economía o de la democracia. Igual lo hacemos sobre la situación de la infraestructura y los derechos humanos. Pocas veces abordamos asuntos de naturaleza más subjetiva como el estado emocional de la sociedad en que vivimos. Resulta que esa dimensión, el de las emociones, es crítico para nuestro bienestar y es un factor que influye nuestra conducta. Así, por ejemplo, la risa aparece asociada en múltiples estudios, a la salud, el humor y la longevidad; mientras que la rabia, aparece vinculada a la militancia en movimientos sociales de índole violenta. ¿Cuál es el estado de las emociones en el mundo y en América Latina en particular?
Gallup acaba de publicar su Reporte 2018 sobre el estado de las emociones en el mundo (2018 Global Emotions). Este es un informe que se produce anualmente basado en data recogida a través de encuestas representativas a nivel nacional, en más de 145 países, y a partir de la cual se crea un índice de experiencias positivas y otro de experiencias negativas. Cada índice está conformado por las respuestas afirmativas a cinco preguntas sobre experiencias vividas por los entrevistados el día anterior a la entrevista. El índice de experiencias positivas incluye preguntas sobre si se sintieron bien descansados, respetados, rieron, disfrutaron, y aprendieron algo interesante. El índice de experiencias negativas, por su parte, incluye preguntas, sobre si sintieron mucha rabia, stress, preocupación, tristeza y dolor físico.
En el reporte 2018, América Latina aparece una vez más liderando al mundo en experiencias positivas. Ello ha sido así desde que Gallup empezó a hacer estas mediciones en 2006. Todo indica que existen determinantes culturales en estos resultados, y que reflejan, de parte de los latinoamericanos, una forma optimista y positiva de aproximarse y ver la vida, capaz de trascender hasta cierto punto los factores materiales y económicos con los cuales hemos de lidiar en nuestra vida cotidiana.
A nivel mundial, y para la región en su conjunto, el valor del índice se ha mantenido bastante estable desde que empezaron a hacerse estas mediciones, tal como se puede apreciar en el gráfico 1. Allí se puede ver que, en el caso de América Latina, este valor apenas ha variado entre un mínimo de 76 y un máximo de 78. Sin embargo, la estabilidad del índice a nivel agregado esconde variaciones importantes que se han producido a nivel de países. Así, por ejemplo, al comparar cómo han cambiado los valores por países y las posiciones relativas de estos entre 2007 y 2017, vemos que algunos, como Venezuela, Brasil y Chile han experimentado cambios significativos. Es así como, con una caída de 12 puntos, Venezuela se movió del primer al decimosexto lugar, mientras que Brasil se desplazó del décimo al decimo séptimo, y Chile se movió en dirección contraria, del decimoctavo al onceavo lugar. Esos cambios en las posiciones de los países coinciden con los cambios que se produjeron igualmente en su fortuna económica, lo cual sugiere que aun cuando las emociones no estén totalmente gobernadas por las condiciones materiales de vida, éstas igual tienen impacto sobre aquellas. En el caso de Venezuela, cabe resaltar que para el momento en que se recogió la data (septiembre 2017) no se había desatado la aguda hiperinflación que abate ese país hoy, por lo que los valores actuales de este índice podrían haberse deteriorado aún más de lo que se registró en aquel entonces.
¿Qué ocurre con las experiencias negativas?
Cuando volteamos nuestra mirada al índice de experiencias negativas, encontramos que, primero, éste experimenta mayor variación a lo largo del tiempo que el de experiencias positivas. Ello es consistente con el hecho, ampliamente documentado, de que nuestras reacciones a eventos negativos son más fuertes o intensas que las que experimentamos frente a eventos positivos. En segundo lugar, al comparar los valores de este índice a nivel del mundo con los de la región, resulta que, de nuevo, América Latina se encuentra consistentemente por encima de los primeros.
A primera vista pudiera parecer una contradicción que la región lidere al mundo en experiencias positivas y al mismo tiempo se encuentre por delante del promedio mundial en el índice de experiencias negativas. No lo es. Sencillamente lo que eso significa es que la intensidad de las emociones en una u otra dirección es mas fuerte en nuestros países que el promedio mundial. Es decir, estamos entre los países mas emocionales del mundo. Sentimos o decimos sentir lo bueno y lo malo, con mayor intensidad.
Al desagregar la data regional sobre experiencias negativas por países, encontramos una diferencia interesante con los cambios ocurridos en el índice de experiencias positivas. Se trata de que todos los países para los cuales se hizo la medición, sin excepción, experimentaron un incremento de experiencias negativas. Por supuesto, unos más que otros. Venezuela, Panamá y Honduras aparecen como los que experimentaron las mayores variaciones en la región. En el caso del que más, Venezuela, tal variación hizo que se moviera del lugar decimosexto al tercero en la frecuencia de emociones negativas, lo cual, de nuevo, es consistente con el extraordinario deterioro de las condiciones materiales de vida de su población.
Esta dimensión de las emociones, considerada a nivel societal, es una a la que vale la pena hacerle más seguimiento y estudiarla más en profundidad. El papel que juegan los factores culturales en ella, así como su interacción con los aspectos materiales de vida, puede ser una veta interesante para explorar las posibilidades que tienen las políticas publicas de incidir a través suyo en el bienestar de la gente.
El valor del índice de experiencias positivas es el promedio de todas las respuestas afirmativas a las preguntas que lo componen, multiplicado por 100. Ese valor puede ir de cero a cien. Mientras más alto el valor mayor es la presencia de experiencias positivas en el país de que se trate. Los puntajes de este índice se encuentran altamente relacionados con las percepciones que la gente tiene sobre sus estándares de vida, sus libertades personales y la presencia de redes sociales. En el caso del índice de experiencias negativas, que se calcula de la misma manera, los valores más altos indican mayor presencia de experiencias negativas. En este caso, los mayores predictores de estos valores son problemas de salud que la gente padezca y accesibilidad a comida.
*Gerver Torres es consultor de investigación de la empresa GALLUP, en la ciudad de Washington DC.