El primer latinoamericano y jesuita de la historia en ocupar el trono de Pedro debe llegar a las 09:30 local (12:30 GMT) desde Río de Janeiro al Santuario de Nuestra Señora de Aparecida, donde una multitud espera ansiosa poder acercarse al “papa del pueblo”.
Francisco ya estuvo en el santuario de esta virgen negra y patrona de Brasil para la V Conferencia Episcopal Latinoamericana y del Caribe (Celam) en 2007.
En ese entonces aún arzobispo de Buenos Aires, el cardenal argentino Jorge Bergoglio presidió la comisión que redactó el documento final, de fuerte contenido social y político que enfatiza “la opción por los pobres” en esta región donde viven más del 40% de los católicos del mundo.
Francisco apostará por reencantar a los jóvenes con el mensaje de una Iglesia capaz de renovarse en una época de crisis, sacudida por escándalos financieros y de pedofilia, un rumbo que ha tomado desde que fue elegido papa en marzo en reemplazo del renunciante Benedicto XVI.
El papa viene “a Aparecida por su devoción mariana y para celebrar la primera misa con el pueblo brasileño, pero creo que al visitar a Nuestra Señora saluda a toda la región”, comentó a la AFP el sacerdote Roni Dos Reis, uno de los portavoces de este encuentro en el santuario.
“Y creo que para nosotros, latinoamericanos, aquí en Aparecida él también expondrá ese discurso social de compromiso con las periferias, de dar dignidad y no paternalismo a las personas”, añadió.
La Iglesia católica enfrenta una sangría de fieles en Latinoamérica, mientras asiste al fuerte crecimiento de las iglesias evangélicas y de las personas sin religión.
Francisco encabezará una liturgia para 15.000 personas dentro de la Basílica y para unas 200.000 en los exteriores del santuario. Recorrerá además varios kilómetros en papamóvil descubierto por la ciudad, engalanada para recibirlo.
De 76 años, Francisco ya dio muestras de su estilo al viajar a Brasil: desechó un papamóvil blindado para recorrer Río de Janeiro y saludó a la presidenta Dilma Rousseff con besos en la mejilla.
“Con esa humildad y sencillez queremos que el Papa confirme nuestra fe. Que nos dé esperanzas de que nuestra Iglesia sí tiene futuro”, comentó a la AFP el peregrino venezolano Luis Rodríguez, de 22 años, mientras recorría los amplios pasillos del Santuario el día antes de la llegada del Papa.
Aparecida ya fue visitada por el papa Juan Pablo II (1980) y Benedicto XVI (2007).
Unos 5.000 militares y policías están a cargo de la seguridad. El domingo fue hallada una pequeña bomba de fabricación casera en uno de los baños del santuario, que fue detonada, informó el ejército.
El estilo llano del Papa puso en problemas a la organización a su llegada el lunes a Río, cuando su vehículo quedó atrapado varias veces en el tránsito, en medio de una multitud enfervorizada, luego que el conductor errara el recorrido.
Algunos cambios en el programa de Francisco en Brasil fueron decididos el martes, tras una “importante reunión” sobre su logística y seguridad en Brasil, anunció su portavoz, el padre Federico Lombardi.
Este miércoles de noche, al retornar a Río desde Aparecida, el Papa usará un coche cubierto -y no el papamóvil, como estaba previsto inicialmente- para trasladarse a un hospital franciscano donde la Iglesia inaugurará un ala para adictos al crack.
El martes, horas antes del inicio de la misa de apertura de la JMJ que reunió a cerca de medio millón de personas en Copacabana, el metro de Río se paralizó durante más de dos horas por un problema eléctrico, dejando varados a miles de peregrinos en varios puntos de la ciudad.
Pese a su popularidad, el Papa llegó a Brasil en medio de protestas por los altos costos de su visita y de la JMJ, estimados en 53 millones de dólares, que terminaron en violencia. Sin aludir a esas manifestaciones ni a las que sacudieron el país en junio, Francisco ya planteó las líneas del mensaje que difundirá en su primera visita a la región.
“No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo”, dijo, pidiendo garantizar derechos básicos a los jóvenes del mundo como “seguridad y educación”.
Más de un millón de personas protestaron en las calles del país en junio por mejores servicios públicos, contra la corrupción y los gastos del Estado en la organización de la Copa del Mundo.
Pero la juventud que espera al Papa también quiere cambios que acerquen a la Iglesia a los nuevos tiempos.
Una reciente encuesta del Instituto Ibope señala que buena parte de los jóvenes católicos brasileños apoyaría cambios en las posiciones más conservadores de la Iglesia sobre la unión de homosexuales, el uso de la píldora del día después o la penalización del aborto.