Francisco celebró la sexta misa del Gallo de su pontificado y en su homilía reflexionó sobre el significado de la palabra Belén, que, recordó, quiere decir “casa del pan”. “En esta casa, el Señor convoca hoy a la humanidad. Él sabe que necesitamos alimentarnos para vivir. Pero sabe también que los alimentos del mundo no sacian el corazón”, inició su homilía.
Entonces, el pontífice argentino lamentó que “el hombre se convierte en ávido y voraz” y que “parece que el tener, el acumular cosas es para muchos el sentido de la vida”.
Y mientras los católicos celebraban el nacimiento de Dios con una cena, Francisco sacudió las conciencias al recordar que “una insaciable codicia atraviesa la historia humana, hasta las paradojas de hoy, cuando unos pocos celebran banquetes espléndidamente y muchos no tienen pan para vivir”.
Para Jorge Bergoglio, “Belén es el punto de inflexión para cambiar el curso de la historia”. La solemne ceremonia, que desde hace varios años se celebra a las 21:30 hora italiana (20:30 GMT) y no a medianoche, comenzó con el anuncio del nacimiento del Señor con la lectura del antiguo texto de las “Kalendas”.
Después, el Papa retiraba un velo y descubría la imagen del niño Jesús ante un trono situado en frente del altar y lo besaba, mientras sonaban a fiesta las campanas de San Pedro para anunciar el nacimiento de Jesús. “El cuerpecito del Niño de Belén propone un modelo de vida nuevo: no devorar y acaparar, sino compartir y dar. Dios se hace pequeño para ser nuestro alimento. Nutriéndonos de él, Pan de Vida, podemos renacer en el amor y romper la espiral de la avidez y la codicia”, señaló.
Significativa fueron las ofrendas de flores que llevaron en la procesión de inicio niños, de entre 6 y 9 años, procedentes de Italia, China, República Democrática del Congo, Rumania, Panamá y Japón.
Ante el pesebre, agregó Francisco, “comprendemos que lo que alimenta la vida no son los bienes, sino el amor; no es la voracidad, sino la caridad; no es la abundancia ostentosa, sino la sencillez que se ha de preservar. En Belén descubrimos que la vida de Dios corre por las venas de la humanidad. Si la acogemos, la historia cambia a partir de cada uno de nosotros”, señaló.
Para Francisco “Jesús cambia el corazón” para dejar de ser “hambriento y egoísta. ¿Necesito verdaderamente tantas cosas, tantas recetas complicadas para vivir? ¿Soy capaz de prescindir de tantos complementos superfluos para elegir una vida más sencilla?”, preguntó Francisco en esta noche de la vigilia de Navidad.
De nuevo, el Papa hizo referencia a la cena de esta Nochebuena para con una metáfora asegurar que “Jesús es el Pan del camino y no le gustan las digestiones pesadas, largas y sedentarias. Nos pide levantarnos rápidamente de la mesa para servir, como panes partidos por los demás”, añadió. Y volvió a preguntar: “En Navidad, ¿parto mi pan con el que no lo tiene?”.
Continuó su homilía explicando que los pastores esperaron despiertos el nacimiento de Jesús y que “esto vale también para nosotros”, pero que “al Señor le gusta que lo esperen y no es posible esperarlo en el sofá, durmiendo”.
Al igual que el camino que recorrieron los pastores, añadió Francisco, “también hoy, es en subida y se debe superar la cima del egoísmo” y “es necesario no resbalar en los barrancos de la mundanidad y del consumismo”.
Los actos de Navidad continuarán mañana cuando Jorge Bergoglio volverá a asomarse al balcón de la Logia central de la basílica de San Pedro del Vaticano, igual que cuando fue elegido Papa, para leer su mensaje de Navidad e impartir la tradicional bendición “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo).
Concluida la misa, las miles de personas que acudieron a la basílica pudieron contemplar en el centro de la plaza de San Pedro el Nacimiento levantado delante del obelisco que en esta ocasión ha sido realizado con arena de playa.