El atentado, el más sangriento de la historia del país, conmocionó profundamente Pakistán, de unos 200 millones de habitantes, sacudido casi a diario por atentados.
A raíz del ataque, perpetrado el 16 de diciembre contra una escuela del ejército, las vacaciones invernales se extendieron este año para reforzar la seguridad.
El jefe del ejército, el general Raheel Sharif, acogió el lunes junto a una veintena de militares a los alumnos y a sus familias en la escuela atacada, constató la AFP. A partir de ahora, cualquier persona que entre en el centro deberá pasar por un detector de metales.
Las autoridades instaron a las escuelas de todo el país a permanecer alerta, levantar muros con alambradas de espino y reforzar en la medida de lo posible la presencia de guardias.
Pese a tales medidas, la vuelta al colegio se hace difícil para Shahrukh Khan, de 16 años, herido de bala en una pierna en el atentado. “Perdí a 30 amigos en este ataque ¿Cómo voy a poder sentarme en una aula vacía? ¿Cómo voy a poder mirar todos estos bancos vacíos a mi lado?”, dijo a la AFP este adolescente. “Tengo el corazón destrozado”, admitió.
Si bien los más pequeños regresaron a la guardería o al colegio con toda su inocencia, sin ser conscientes de la reciente tragedia, muchos de los mayores mantuvieron conversaciones serias con sus padres para preparar este día.
“Mi hijo estaba aterrorizado, pero hablamos con él, no podemos dejarlo encerrado entre las cuatro paredes de casa, debemos mantenernos en pie frente a los extremistas”, declaró Muhamad Zahoor, un padre. Su hijo, también llamado Muhamad, agregó: “Quiero volver a la escuela para ver a mis amigos. Cuando acabe mis estudios, me enrolaré en el ejército y me vengaré”, dice.
Los supervivientes del atentado siguen contando cómo los asaltantes persiguieron a los alumnos hasta debajo de los bancos de las aulas o los alinearon para ejecutarlos ante sus compañeros.
Zahid Ayub, de 16 años, levemente herido herido en el asalto, retomó las clases con la voluntad de desafiar a los talibanes paquistaníes del TTP, un grupo que lucha desde hace ocho años contra el poder y que reivindicó este ataque sin precedentes.
“No tengo miedo, ninguna fuerza me impedirá volver al colegio. Además, regreso diciendo a los asaltantes ’No tenemos miedo de ustedes’”, afirmó.
Para muchos padres en todo el país, desde Karachi (sur) hasta Islamabad (norte) , donde las escuelas también estuvieron cerradas desde la masacre, esta vuelta al colegio también está marcada por la angustia y los temores a que los insurgentes golpeen de nuevo.
“Al ir a la escuela esta mañana, bajo la luz tamizada del sol naciente, había una especie de calma reinante, como si un millón de mujeres rezaran en silencio al dejar a sus hijos en la escuela”, escribió en las redes sociales Saima Jamil Ashraf, una madre de Karachi.
En respuesta al ataque, las autoridades levantaron la moratoria de la pena de muerte para casos de terrorismo, - aplicada ya a nueve personas-, aprobaron crear tribunales militares para juzgar a civiles de terrorismo y bombardearon bastiones talibanes.
Frente a algunas mezquitas radicales, los ciudadanos organizaron manifestaciones para forzar al gobierno a detener a los mulás que elogian a los talibanes y desmantelar a los grupos que quieren una guerra con la vecina India o que se cometan actos de violencia contra la minoría chiita.