CIUDAD DEL VATICANO. Los decretos firmados el martes reconocen sendos milagros atribuidos a la intercesión de Pablo VI y de monseñor Romero, última etapa antes de ser elevados a los altares.
El papa italiano fue beatificado en octubre de 2014 y el arzobispo salvadoreño en mayo de 2015.
Nacido en 1917 y descrito como un hombre simple y cercano al pueblo, Oscar Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980 mientras oficiaba misa.
Su asesinato tuvo un gran impacto en América Latina, donde la figura Romero se convirtió en un ícono.
El asesinato de Romero marcó el comienzo de una dolorosa guerra civil en su país que duró hasta 1992 y dejó 75.000 muertos y al menos 7.000 desaparecidos.
En mayo del 2015, dos años después de su elección, el papa Francisco reconoció en San Salvador, ante más de 200.000 fieles, la condición de “mártir” de Romero y abrió la vía a su beatificación.
La fecha de canonización de Monseñor Romero no fue precisada, pero el cardenal Pietro Parolin, número dos del Vaticano, anunció hace unos días que la de Pablo VI, tendrá lugar durante la clausura del sínodo dedicada a los jóvenes en octubre en el Vaticano.
Pablo VI, cuyo nombre era Giovanni Battista Montini, nació en 1897.
Según el sitio especializado Vatican Insider, el milagro que permite la canonización de Pablo VI concierne una niña nacida muy prematuramente el 25 de diciembre de 2014 a pesar de que los médicos habían aconsejado un aborto terapéutico.
El papa Francisco ya canonizó a Juan XXIII (1958-1963) y Juan Pablo II (1978-2005). Y el proceso para la beatificación de Juan Pablo I, muerto 33 días después de su elección en 1978, está en curso.
En febrero, al referirse a las beatificaciones, el papa Francisco bromeó diciendo que él y su predecesor, Benedicto XVI, estaban en “lista de espera”.
Una canonización constituye la declaración oficial de que una persona fallecida está en la presencia de Dios.
Para eso, el futuro santo tiene que haber realizado dos milagros, uno para la beatificación (salvo que sea mártir) y otro para la canonización, pruebas, éstas, de su cercanía con Dios.