Obama visita una cárcel, en su intento por reformar el sistema penal de EE.UU.

WASHINGTON. Barack Obama se convertirá este jueves en el primer presidente en funciones en visitar una prisión federal en el marco de su ofensiva para reformar uno de los sistemas carcelarios más caros y abarrotados del mundo.

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Las estadísticas son elocuentes: con 2,2 millones de presos en todo el país, Estados Unidos tiene más hombres y mujeres tras las rejas que 35 países europeos juntos, y muy por delante del número de detenidos en China y Rusia. Durante la visita que realizará a la cárcel de El Reno, Oklahoma (centrosur), el mandatario defenderá, entre otras medidas, sentencias más justas y una mayor integración social de los exdetenidos.

“Nuestra tasa de encarcelados es cuatro veces más alta que la de China”, reconoció Obama, quien agregó que las prisiones tenían una población cuatro veces menor en 1980 y la mitad de presos en 1995. Cerca de la cuarta parte de la población carcelaria del mundo se concentra en las prisiones estadounidenses, cuando Estados Unidos tiene menos del 5% de la población mundial.

Una de las prioridades de Obama es reducir la duración de las condenas. Leyes muy “severas con el delito”, aprobadas a partir de 1980, han llenado las cárceles federales y estatales de infractores no violentos, según Human Rights Watch. “Las penas son mucho más largas que en otros países”, dijo Michele Deitch, una profesora de derecho en la Universidad de Texas.

Obama ha tomado partido en contra de las condenas desproporcionadas, en particular cuando se trata de vendedores de drogas al menudeo, que muchas veces están encerrados durante años. “En demasiados casos el castigo simplemente no se ajusta al delito”, observó el martes Obama, cuando llamó a emprender una amplia reforma del sistema penal estadounidense que otorgue a los condenados el derecho a votar, que frene el aislamiento y ponga fin a las condenas no excarcelables.

“Si eres un pequeño vendedor de drogas o no cumpliste con tu libertad condicional, tienes una deuda con la sociedad. Eres responsable de lo que has hecho y tienes que corregirte. Pero no debes purgar 20 años” en una cárcel, opinó Obama. Deitch también cuestionó otro tipo de condenas, como la que se le impuso a un residente de Florida (sureste) , que fue castigado con dos años y medio de cárcel por haber mantenido relaciones sexuales en una playa. Los fiscales llegaron a pedir incluso una condena de 15 años para el individuo. La académica asimismo recordó que muchos menores de edad son tratados como adultos y reciben sentencias “muy penosas y destructivas”. En Estados Unidos hay aproximadamente 71.000 menores detenidos.

El presidente también llamó la atención sobre el hecho de que un negro tiene más posibilidades de ser detenido que un blanco por la comisión del mismo delito y luego recibir sentencias más severas. También en este terreno los datos son concluyentes: los negros y los latinoamericanos constituyen el 60% de la población carcelaria. Sólo el 30% de los prisioneros son blancos.

Uno de cada 35 afroestadounidenses y un latino de cada 88 están en prisión, mientras que entre la población blanca, la relación es de uno cada 214. En tanto, uno de cada nueve niños negros tiene a uno de sus padres en la cárcel, aseguró Obama. Como consecuencia de la masificación de los encarcelamientos, el costo del sistema carcelario estadounidense se ha disparado. Con un presupuesto de 80.000 millones de dólares, un monto que representa un tercio de los recursos anuales del departamento de Justicia.

Sin embargo, todo ese dinero no implica que las cárceles estén en buenas condiciones. Un informe de la Revista de Periodismo de Columbia sobre las prisiones del estado de Illinois reveló la existencia de alimañas, de sótanos inundados, la ausencia generalizada de sistemas cloacas y hacinamiento, con “algunos individuos cumpliendo condenas únicamente por conducir con licencia caducada”.

Obama también intentó que las autoridades tomen conciencia de los efectos perversos del confinamiento en soledad: muchos presos pasan “23 horas diarias, a veces durante meses e incluso años, en celdas diminutas”. “Si esos individuos son finalmente liberados, ¿cómo van a lograr adaptarse?”, se preguntó. “No es (una política) inteligente”.

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