Con ello, los grupos rebeldes armados que controlan dos de los tres reductos rebeldes en Guta han aceptado evacuar hacia el norte de Siria junto a sus familias. Todo ello se produce tras los incesantes bombardeos contra Guta, que ya mataron a más de 1.600 civiles desde el 18 de febrero según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).
En esos ataques fueron utilizadas municiones incendiarias, según testimonios de periodistas y de las ONG. Esos bombardeos se intensificaron en los últimos días. En la noche del jueves al viernes, 37 civiles murieron en ataques aéreos rusos en la región de Arbin, según el OSDH.
“Ataques aéreos rusos y bombas incendiarias mataron a civiles refugiados en una bodega, que murieron por quemaduras o asfixia”, indicó Rami Abdel Rahman, el director del OSDH. “Treinta y siete civiles fueron mortalmente quemados por unas bombas que alcanzaron un refugio en Arbin. La mayoría de las víctimas son mujeres y niños”, dijeron por su parte en Twitter los Cascos Blancos, socorristas de la defensa civil en las zonas rebeldes de Siria, que denunciaron una “masacre horrible”.
Moscú negó tajantemente esas acusaciones. “La aviación rusa no efectúa bombardeos aéreos en los barrios de viviendas de Guta Oriental y no utiliza, a diferencia de la coalición internacional liderada por Estados Unidos, munición incendiaria”, dijo el ministerio de Defensa ruso citado por las agencias de prensa rusas.
Fotos y videos filmados por corresponsales de la AFP parecen indicar que hubo utilización de fósforo blanco, cuyo uso contra objetivos militares en medio de zonas civiles está prohibido por el derecho humanitario internacional.
Abrumado por este diluvio de fuego el grupo rebelde Faylaq al Rahman, que controla un reducto al sur de Guta, firmó el viernes un acuerdo que prevé el traslado de unas 7.000 personas —combatientes y sus familias— especialmente de las localidades de Zamalka, Arbin y Ain Tarma. El portavoz de este grupo rebeldes, Wael Alwan, confirmó el acuerdo.
Las primeras evacuaciones se producirán el sábado por la mañana, precisó la TV estatal siria. Los combatientes, que deberán abandonar parte de sus armas, así como sus familiares, serían evacuados al norte de Siria, según el OSDH.
“La situación humanitaria es catastrófica, ya no hay comida, ni material médico, y la promiscuidad en los refugios provoca enfermedades”, dijo el portavoz Wael Alwane, que hablaba desde Turquía. Al término de una devastadora ofensiva lanzada el 18 de febrero, el régimen de Bashar al Asad, apoyado por su aliado ruso, ya ha reconquistado más del 80% de Guta, último feudo rebelde a las puertas de Damasco, y que era asediado desde el año 2013. El jueves, más de 400 combatientes y centenares de civiles ya abandonaron el enclave de Harasta, uno de los tres feudos rebeldes en Guta Oriental
Su convoy llegó este viernes a Idlib, la única provincia siria que escapa al control del régimen, según el OSDH, y otro convoy partió durante la jornada. En total unos 1.500 combatientes del grupo salafista Ahrar al Sham y 6.000 miembros de sus familias deben abandonar Harasta, según Sana.
El grupo grupo se vio obligado a aceptar la evacuación sin negociación. “Todo lo que obtuvieron es poder irse sin resultar muertos”, explicó el experto en Siria, Nawar Oliver. La evacuación de este viernes se realizó en un ambiente distendido. Soldados del régimen dispararon al aire para expresar su alegría ante el anuncio de la operación.
La guerra en Siria, iniciada en 2011, ha causado más de 350.000 muertos y el desplazamiento y exilio de millones de sirios. Al cabo de los años, el conflicto se ha transformado en un guerra múltiple y compleja, implicando a numerosos beligerantes, con la intervención directa de potencias extranjeras.
En el noroeste, el ejército turco lanzó el 20 de enero una ofensiva para de sacar de la frontera a la milicia kurda de las Unidades de Protección Popular (YPG) , tomando el control total del enclave de Afrin. Unas 167.000 personas han quedado desplazadas por el avance de las fuerzas turcas, indicó el viernes Naciones Unidas.