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Kim Il Sung, nacido el 15 de abril de 1912, fundador del régimen, dirigió el país hasta su fallecimiento en 1994. Su hijo, Kim Jong Il lo sucedió y luego fue su nieto, Kim Jong Un, que heredó el poder en 2011.
El lunes por la mañana, un flujo constante de norcoreanos se dirigió hacia la colina Mansu de Pyongyang, donde dos estatuas gigantes de Kim Il Sung y de Kim Jong Il dominan la capital. Batallones enteros de soldados, miembros de unidades de trabajo, familias y turistas se alinearon delante del monumento para depositar flores.
“Rindamos homenaje al gran presidente Kim Il Sung y al gran líder Kim Jong Il”, intimaba un orador medio escondido detrás de una montaña de flores. Todos se inclinaban con el mismo gesto, mientras que los militares se formaban para el saludo.
Ra Man Ok, una coronel retirada de 84 años, secaba sus lágrimas delante de las estatuas. Dio unos pasos hacia atrás y se inclinó por segunda vez. “Quiero rendir homenaje con mi espíritu a los dos grandes líderes porque estoy muy vieja para agradecerles su generosidad trabajando”, explicó a AFP vestida con el uniforme con el que desfiló hace décadas.
“Sólo podemos estar a la altura de sus esperanzas en los periodos difíciles siguiendo el liderazgo de nuestro partido” , agregó. Los norcoreanos preguntados en la calle por la prensa extranjera expresan siempre muestran su devoción y apoyo ilimitado hacia el régimen. En un lugar de honor delante de las estatuas, protegida por una cadena, había una composición floral gigante con el nombre de Kim Jong Un.
Este aniversario, en el que también habrá un festival floral así como un espectáculo gigantesco de danza, interviene en momentos en que el líder norcoreano volvió a consolidar su poder con un cambio generacional en el cargo honorífico de presidente de la Asamblea Suprema.
Kim Yong Nam, de 91 años, fue reemplazado por Choe Ryong Hae, nacido en 1950. El verdadero poder en Corea del Norte está en manos de Kim Jong Un y los miembros de su familia, aunque su abuelo, fallecido en 1994, es oficialmente presidente eterno.
En un discurso el viernes ante la Asamblea Suprema del Pueblo, Kim Jong Un dijo estar abierto a la idea de una tercera cumbre con el presidente estadounidense Donald Trump si Washington llega a la mesa de negociaciones con “la buena actitud”.
La primera cumbre histórica, en junio de 2018 en Singapur, terminó con una declaración común muy imprecisa sobre la “desnuclearización completa de la península coreana”. La segunda, en febrero en Hanói, terminó sin resultados ni avances concretos ni declaración.
En Vietnam, Corea del Norte dijo que quería el fin únicamente de las sanciones que pesan sobre las condiciones de vida de los norcoreanos. Pero Estados Unidos consideró que Pyongyang exigía de hecho la desaparición de las principales sanciones sin proponer gran cosa a cambio. Sin embargo las dos partes dieron a conocer su intención de continuar las discusiones.
“Estados Unidos vino a la mesa de negociaciones con métodos completamente inaplicables”, declaró Kim según una transcripción de su discurso publicada por la agencia oficial KCNA. “La concepción estadounidense del diálogo que consiste a empujar unilateralmente sus demandas no nos conviene”, dijo. “No queremos ver la repetición de discusiones como las de la cumbre de Hanói”.
Los gestos hostiles de Estados Unidos, agregó, “son realmente molestos. Estoy muy disconforme con esa tendencia”.