“El Mercosur es un casamiento indisoluble, pero eso no significa que no se pueda discutir la relación”, dijo Monteiro, cuyo país ejerce en este semestre la presidencia rotativa del bloque, durante una audiencia en la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados.
Según el ministro, “no hay nada en el mundo que cristalice a tal punto que impida hacer ajustes y darle a los países, como Brasil, un mayor grado de libertad para ir en dirección de nuevos acuerdos” comerciales con otras naciones o bloques.
Las normas del Mercosur impiden que los países miembros negocien acuerdos comerciales en forma individual e imponen la obligatoriedad de que las tratativas sean en conjunto, lo cual ya ha sido criticado por Uruguay y Paraguay, que integran el bloque junto con Argentina, Brasil y Venezuela.
Monteiro consideró que esa norma es uno de los factores que traba las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea (UE), estancadas desde hace más de una década.
En ese sentido, explicó que, aunque ya fueron solventados, hubo problemas con Argentina en el momento de preparar la oferta que el Mercosur se propone presentar al bloque comunitario.
Explicó que esa oferta fue finalmente completada y cubre más del 80 % del universo comercial con la UE, pero también sostuvo que la negociación, si fuera efectivamente retomada, pudiera seguir a unas “velocidades diferentes”, según las condiciones de cada país del Mercosur.
“Brasil tiene interés en dar una señal clara, sobre todo a Argentina, de que tiene más urgencia” para alcanzar un acuerdo con la UE, dijo Monteiro.
El ministro apuntó que “si Argentina tiene tiempos diferentes, es necesario hallar mecanismos para avanzar en el proceso, respetando la posición del bloque, pero garantizando unos tiempos distintos para cada país”.
Según Monteiro, la delicada situación económica de Brasil impone la necesidad de ampliar el comercio exterior, a fin de apalancar la retomada del crecimiento que persigue el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff.
En 2014 la balanza comercial de Brasil cerró en rojo por primera vez en catorce años y registró un saldo negativo de 3.930 millones de dólares.
Esa tendencia se ha mantenido y hasta agudizado durante el primer cuatrimestre de este año, en el que el déficit del comercio exterior brasileño ya acumuló la suma de 5.066 millones de dólares.