La multitud rugió y saltó cuando el antiguo reloj del siglo XVIII de la Real Casa de Correos -actualmente sede de la Comunidad de Madrid- dio las doce campanadas de medianoche, a pesar de que el nuevo año comienza oficialmente 24 horas más tarde.
Muchos de los presentes siguieron la costumbre española de Año Nuevo que es comer una uva por cada campanada, lo que asegura buena suerte para los doce meses siguientes, otros se dedicaron a corear el número de cada campanada en voz alta.
Pero otros, a falta de uvas, las reemplazaron por patatas fritas o maníes cubiertos de chocolate.
Tradicionalmente, funcionarios de la comunidad comprueban con 24 horas de antelación que el mecanismo del reloj y en consecuencia los tañidos de campana funcionen a la perfección, una tarea rutinaria que concentra cada vez más público alrededor de la plaza.
Muchos de los presentes explicaron que prefirieron asistir al tradicional toque de campanas con antelación para evitar la enorme aglomeración de gente que cubre la Puerta del Sol en Nochevieja, un evento que es seguido por televisión desde todo el país por millones de personas, que por supuesto en su gran mayoría también tragan sus doce uvas.
“Mañana sería imposible venir aquí, habría demasiada gente” , dice Fátima Rodríguez de Ahumada, de 33 años de edad, quien se encontraba en el lugar acompañada por su marido y una hermana.
“Vamos a pasar la Nochevieja en casa y vamos a ver todo en la televisión. De esta forma tenemos una idea de cómo es”, añadió