Habitantes del puerto de Los Cabos, un destino turístico del noroeste de México gravemente afectado por el huracán Odile, decidieron armarse con pistolas, machetes y palos este jueves para ahuyentar a saqueadores, mientras las autoridades batallan para restablecer el orden y el abasto de víveres.
El gobierno reforzó su despliegue de policías federales y soldados a la península de Baja California para contener la ola de saqueos que se detonó ante el desabastecimiento de combustible, electricidad, agua potable y víveres, después de que Odile tocara tierra la noche del domingo con la fuerza de huracán categoría 3.
El ciclón dejó dos personas muertas y tres desaparecidas, informaron este jueves autoridades.
Un coreano de 62 años y gerente de una empresa minera falleció cuando la fuerte corriente de un río crecido arrastró su automóvil, y la persona que lo acompañaba no ha podido ser localizada.
Además, un alemán fue hallado muerto por infarto en el interior del camarote de una embarcación, mientras que la Marina busca a otras dos personas que desaparecieron mientras tripulaban un velero.
La embajada de Estados Unidos urgió a sus ciudadanos aún varados en Los Cabos a dirigirse al aeropuerto local, “en horario diurno”, para conseguir lugar en los vuelos del puente aéreo organizado por las autoridades, que desde el miércoles han evacuado a 15.000 de los 30.000 turistas atrapados.
Se van a “restablecer las condiciones de normalidad”, prometió el presidente Enrique Peña Nieto en un encuentro con habitantes de barrios marginales, muchos de los cuales perdieron su casa y se quedaron sin alimentos ni agua.
Tras la tormenta, cientos de personas -lugareños y turistas- irrumpieron en tiendas de autoservicio para saquear agua, comida y artículos de primera necesidad, pero también bebidas alcohólicas y electrodomésticos, sin que ninguna autoridad interviniera.
“La turba manda por delante a mujeres y niños, y no tenemos autorización para disparar a civiles que sería la única forma para detenerlos”, dijo a la AFP Guillermo Marrón, director de Seguridad Pública y Transito Municipal de Los Cabos.
Ahora que las tiendas están prácticamente desvalijadas, los habitantes de unos quince barrios temen que sus casas sean el próximo objetivo, por lo que construyeron barricadas y realizan patrullajes uniformados de blanco y armados con palos, machetes y hasta armas de fuego.
“Estamos haciendo guardia desde el segundo piso, calles en tinieblas, cientos de luces de lámparas de vecinos alumbran de un lado a otro en busca del enemigo”, es decir, comandos fuertemente armados y encapuchados que están asaltando las casas, dijo a la AFP Juan Antonio Carbajal, de la colonia residencial Lomas de San José.
Por su parte, el presidente del Consejo Coordinador Empresarial del municipio, Julio Castillo Gómez, pidió que “la autoridad federal tome control total” de la seguridad de Los Cabos, al estimar que la policía local no está “a la altura”.
“Yo vi que policías municipales también robaron algunos locales, utilizaban los vehículos oficiales para cargar los productos que saqueaban”, comentó un lugareño que se negó a dar su nombre.
Hasta el momento se han detenido al menos a siete personas por los saqueos, dijo a la AFP una fuente de la Comisión Nacional de Seguridad.
El secretario (ministro) de Gobernación del país, Miguel Ángel Osorio Chong, asegura que “hay control absoluto en materia de seguridad” y que el ejército está llevando a la zona toneladas de víveres, incluyendo agua potable.
Por su parte, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, anunció un programa para reactivar la economía local mediante beneficios fiscales y tasas crediticias preferentes a los empresarios y dueños de comercios afectados.
“En las siguientes 24 a 48 horas estimamos que las tiendas departamentales (...) nuevamente estén prestando servicios”, aseguró Peña Nieto.
Odile, del que ya solo quedan remanentes en la frontera con Estados Unidos, dejó daños que ascienden a cerca de 1.000 millones de dólares, según la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros.
Mientras tanto, Polo, otro huracán que se formó en el Pacífico mexicano pero que se debilitó a tormenta tropical, se mantiene frente a Guerrero, una zona gravemente afectada el año pasado por tormentas que dejaron más de un centenar de muertos.