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MÉXICO. En momentos en que la popularidad del presidente Enrique Peña Nieto está en su mínimo histórico, es la primera vez que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) corre el riesgo de perder un estado que ha controlado por casi 90 años y que fue gobernado entre 2005 y 2011 por el mandatario.
Cansados de la inseguridad -el estado es el de mayor número de homicidios y secuestros- la pobreza y los casos de corrupción, muchos apuestan a la candidata izquierdista Delfina Gómez, una maestra de escuela de origen humilde cuya campaña estuvo permanentemente acompañada por López Obrador.
En algunas encuestas previas a la elección, Gómez llegaba a los comicios cabeza a cabeza con el candidato priista Alfredo Del Mazo, pariente de Peña Nieto y heredero de una dinastía política de la región. Su padre y su abuelo fueron gobernadores.
Un triunfo en el Estado de México sería una catapulta para López Obrador, quien en 2006 perdió las elecciones por muy estrecho margen frente a Felipe Calderón y denunció fraude. Pero muchos votantes, sobre todo los fieles al PRI, ven en López Obrador a un populista que puede echar abajo la estabilidad del país.