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BANGKOK. Hasta el momento, se supone que ocho familias deberían respirar aliviadas -entre el domingo y hoy los rescatistas sacaron a ocho de los 12 pequeños futbolistas-, sin embargo, ninguna de ellas sabe si son sus hijos los que ya están a salvo.
La razón, según las autoridades, es para evitar la ansiedad entre las familias de aquellos que serán los últimos en abandonar la gruta.
Lo cierto es que todos los padres están angustiados. “Esta espera es una tortura”, se desahogó una de las madres frente a las cámaras de un canal de televisión tailandés. Los ocho rescatados permanecen en aislamiento, a pesar de que sus condiciones de salud fueron descritas como “buenas”. La autorización para ver a sus padres dependerá del médico que realiza su seguimiento y podría ser concedida a partir del martes. Sin embargo, no serán posibles “besos y abrazos”, según trascendió, por el peligro de que los niños contraigan infecciones pulmonares tras haber pasado dos semanas en un ambiente tan húmedo. Por eso es muy posible que el primer contacto con sus familiares sea a través de un vidrio.
Con todo, a pesar de la frustración, la reacción de los padres de los niños es de una compostura increíble. Jamás hicieron una escena o protesta oficial contra las autoridades:permanecen todos en el campo base para darse fuerza mutua.
Ni siquiera, como se supo en estos días, parecen culpar al entrenador por haber llevado a sus hijos hacia el interior de la gruta, que por poco se convierte en una tumba.
La preocupación es atemperada, al menos parcialmente, por las noticias que difundieron las autoridades sobre la salud de los niños: todos están bien, los cuatro rescatados hoy mejor que los salvados el domingo.
Estos últimos, los más débiles, recibieron hoy su primer plato caliente. No el pollo saltado con albahaca que habían pedido, sino alimentos más blandos. Para degustar los platos de sus madres, que habían pedido en las cartas escritas hace algunos días, deberán esperar varios días más.