Los premios Nobel de la Paz que decepcionan o crean polémicas

OSLO. La más que centenaria historia de los nobeles de la Paz está salpicada de galardonados como la birmana Aung San Suu Kyi que, ensalzados durante un tiempo, acabaron defraudando las enormes esperanzas que habían generado.

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Cada mes de octubre, los anuncios del comité Nobel noruego suelen causar protestas más o menos virulentas y, en algunos casos, debates exaltados. Pocas son las personas elegidas que suscitan unanimidad, pero Aung San Suu Kyi era una de ellas.

La “Dama de Rangún” recibió en 1991 el Premio Nobel de la Paz por su resistencia prodemocrática frente a la junta militar que dirigía Birmania.

Pero, más de dos décadas después, la actual líder de facto del país es objeto de numerosas críticas por su inacción ante la campaña de su ejército contra la minoría musulmana rohinyá, que la ONU calificó de “limpieza étnica”.

“Estoy decepcionado”, admite Geir Lundestad, que fue secretario del comité Nobel entre 1990 y 2014. “Aung San Suu Kyi era una galardonada extremadamente popular y meritoria, heroica, dadas las circunstancias, pero no puedo aprobar su comportamiento respecto a los rohinyás”.

Cerca de 430.000 personas han firmado una petición en línea para reclamar la revocación del premio, y varios nobeles de la Paz como Desmond Tutu o el dalái lama han criticado públicamente a la líder birmana.

“Es dramático”, dice el historiador del Nobel, Asle Sveen. “Que una persona que luchó tanto por la democracia y ha sido tanto tiempo popular se encuentre en semejante situación, es algo poco usual”.

Poco usual, pero no inédito. Otros nobeles perdieron parte de su popularidad tras recibir el premio.

 Uno de ellos fue el expresidente estadounidense Barack Obama. Su elección como Premio Nobel de la Paz en 2009, tan solo nueve meses después de su llegada a la Casa Blanca, suscitó cierta incredulidad, aunque todavía gozaba de una gran popularidad en aquel momento. Ocho años después, muchos siguen pidiendo, sobre todo en las redes sociales, que se le retire el premio.

“Era imposible para cualquiera estar a la altura de las expectativas generadas. Eran totalmente irrealistas”, afirma Lundestad. “No creo que el comité se esperara a que Obama revolucionara totalmente la política internacional: no se trata de cambiarlo todo, sino de avanzar en la buena dirección”.

Otros premiados fueron blanco de acusaciones más graves, como el exlíder histórico del sindicato polaco Solidaridad, Lech Walesa.

El premio Nobel de la Paz de 1983 es objeto de denuncias persistentes sobre su supuesta colaboración con los servicios secretos comunistas. Walesa, que niega esas acusaciones, amenazó en 2009 con abandonar Polonia y devolver el premio.

Décadas antes, el pacifista italiano Ernesto Moneta fue criticado por apoyar la entrada en guerra de su país contra el Imperio Otomano en 1911, cuatro años después de recibir el Nobel.

La austriaca Bertha von Suttner, una íntima amiga de Alfred Nobel, que recibió el premio de la Paz en 1905, propuso que Moneta perdiera su galardón y sus títulos en el movimiento pacifista, recuerda el historiador Ivar Libaek en el libro colectivo Cien años por la paz.

Tras la Segunda Guerra Mundial, hubo dos casos en los que la elección del Nobel de la Paz fue tan controvertida que algunos de los cinco miembros del comité dimitieron. 

Dos dimitieron en 1973 cuando el dúo formado por el secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger y el representante de Vietnam del Norte Le Duc Tho obtuvo el galardón por firmar una tregua efímera en la guerra de Vietnam.

En 1994 un miembro renunció para protestar contra el premio otorgado al palestino Yasir Arafat junto con los israelíes Shimon Perez e Issac Rabin, un año después de la firma de los Acuerdos de Oslo.

Le Duc Tho no aceptó el premio, mientras que Kissinger no concurrió a buscarlo a Oslo por temor a manifestaciones de protesta.

Kissinger amagó con devolverlo en 1975, pero el comité rechazó categóricamente la propuesta. El estatuto de la Fundación Nobel no admite la devolución del galardón ni tampoco la revocación del premio.

“Ninguno de los premios Nobel es perfecto”, opina Lundestad. “Muchos sienten sin duda la responsabilidad de ser ejemplares pero, una vez entregado el premio, el comité no puede hacer nada”.

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