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Según una encuesta realizada por el Instituto IFOP para el diario Le Figaro, solo el 36% de los franceses está satisfecho con Macron, en esta primera etapa de su gobierno.
Un verdadero termómetro, sobre todo si se tiene en cuenta que su antecesor, Francois Hollande, en el mismo periodo había alcanzado un 46% de adhesión. Los números son una verdadera alarma para el jefe del Eliseo,obligado a volver a poner los pies en la tierra tras el entusiasmo de los primeros días al frente del gobierno.
Entre las principales causas del descontento, se encuentran algunas medidas tomadas en estas últimas semanas, como la reducción del presupuesto de Defensa, que provocó la dimisión del jefe del Estado Mayor, Pierre de Villiers, el recorte de subsidios y los escándalos que rozaron a algunos de sus ministros.
Entre las cuestiones más importantes está la de los inmigrantes, nudo gordiano para la imagen del presidente a nivel internacional. Las declaraciones hechas hace pocos días en Orleans, donde Macron afirmó que no quería ver a “nadie en las calles”, no se condicen con la actitud rígida del gobierno.
El mandatario colocó muchas veces el acento sobre la diferencia entre quienes solicitan asilo y los inmigrantes económicos, aludiendo a una actitud “rigurosa” contra quienes “vienen de países seguros y siguen las rutas de las migraciones económicas”.Posiciones en neto contraste con la imagen “europeísta” mostrada durante la campaña electoral.
Al regresar de sus vacaciones veraniegas Macron afrontará las primeras “pruebas de estrés” de su mandato: deberá confrontar la puesta en marcha de las principales reformas en cartera, como la relacionada con la Ley de Trabajo, un campo particularmente delicado para el Ejecutivo, con los sindicatos y la oposición en guardia, quienes ya anunciaron protestas y huelgas.
Mientras tanto, Macron se retiró a Marsella durante algunos días de vacaciones, junto a su esposa Brigitte. La estadía le servirá para planificar su regreso a la escena política francesa e internacional.