Atractiva, activa y espontánea, la llegada de Letizia Ortiz Rocasolano, nacida el 15 de septiembre de 1972 en Oviedo, en Asturias, renovó la imagen de la familia real: “Doña Letizia le ha abierto la mente a Don Felipe”, afirmaba un miembro de la familia al biógrafo británico Andrew Morton.
Hija de una enfermera sindicalista y de un padre periodista, la joven estaba divorciada cuando conoció a Felipe, heredero de la corona y entonces príncipe de Asturias, en 2002. Cultivada, inteligente, ambiciosa, educada y con nervios de acero. Así la describían sus colegas en esa época.
Su relación sentimental empezó en la primavera de 2003 pero se mantuvo en secreto hasta el anuncio oficial de la boda algunos meses más tarde, en noviembre.
“¡Déjame terminar!”, le espetó entonces la mujer al príncipe cuando éste le cortó la palabra mientras respondía a las preguntas de los periodistas, mostrando un fuerte carácter que en el futuro le valdría numerosas críticas.
Observada de cerca por la prensa española, Letizia no termina de ganarse el afecto de los españoles, que le reprochan ser distante y fría. A algunos les cuesta aceptar que una “plebeya” se haya ganado el corazón del príncipe.
Para adaptarse al rol de esposa discreta y atenta, Letizia limó progresivamente su carácter, al menos de cara al público. Cuida muchísimo su imagen, con pulcras vestimentas diseñadas por creadores españoles que no disimulan su extrema delgadez. Además, se operó la nariz en 2008, según la Casa Real, para solventar un problema respiratorio.
Pese a la indiferencia y la hostilidad iniciales, muchos españoles suavizaron su opinión tras la muerte de su hermana Erika, con 31 años, debido aparentemente a un suicidio en 2007.
Letizia, entonces embarazada, salió llorando del entierro y agarrada al brazo de Felipe. Con la voz quebrada, murmuró a la prensa: “Gracias a todas las personas que se han sentido apenadas por la muerte de mi hermana pequeña”.
Pero siete años más tarde, la impresión de una princesa fría y tensa sigue presente.
“Tiene que andar con mucho más cuidado precisamente porque tiene la sensación de que la están observando mucho y de que cualquier cosa que haga, por pequeña que sea, puede ser criticada”, afirma José Apezarena, autor de un libro reciente sobre la pareja.
Pero la proclamación como reina puede flexibilizar la actitud a veces demasiado “crítica” de los medios: “no es lo mismo ser princesa que ser reina” , dice el escritor, augurando un papel más activo de Letizia. “La van a a ver con otros ojos y seguramente con un poco más de comprensión”, agrega.
“Estamos construyendo una nueva etapa y en este momento la participación de Letizia es más importante porque hay muchas cosas que diseñar”, subraya. Aunque reconoce los “gestos artificiales” de la nueva reina, Cote Villar, periodista del periódico El Mundo, destaca que quienes la conocen quedan “encantados”.
De pelo castaño claro y liso, Letizia se ha convertido en una referencia estilística, siempre impecable con sus zapatos de tacón alto. Fiel a los creadores españoles para sus sofisticados vestidos de noche, no duda en enfundarse chaquetas de cuero o tejanos para sus salidas privadas, a conciertos de rock independiente o pequeñas salas de teatro.
De su unión con el príncipe nacieron sus dos hijas rubias, la nueva princesa de Asturias, Leonor, en octubre de 2005, y Sofía, en abril 2007. Todos ellos viven discretamente en una casa en el parque del palacio de la Zarzuela.
Antes de su compromiso con Felipe, el rostro de Letizia era bien conocido para los españoles como presentadora desde septiembre de 2003 del telediario de la cadena pública TVE.
Diplomada en Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid, ejerció de presentadora y reportera en el canal de información 24 horas CNN+ antes de entrar en 2000 a TVE.
Durante un año, entre 1999 y 2000, estuvo casada por lo civil con Antonio Guerrero, uno de sus profesores con el que había vivido durante diez años. A ojos de la Iglesia, esto no representó un obstáculo para su boda con el príncipe.