“Creo que el futuro próximo de las relaciones ruso-estadounidenses no es muy luminoso, pero estoy convencido de que finalmente volveremos a tener unas relaciones de socios a nivel estratégico”, dijo Lavrov al intervenir ante profesores y estudiantes del Instituto Estatal de Moscú de Relaciones Internacionales con motivo del comienzo del año académico.
Agregó que cuando Moscú y Washington se llevan bien, “sale ganando todo el mundo. Disminuyen los conflictos, las crisis, y se derrama menos sangre”, explicó, al tiempo que destacó las ventajas para las economías de ambos países de unas buenas relaciones bilaterales.
En este sentido, comentó que Rusia está abierta al diálogo en igualdad de condiciones, porque “de otra manera con nosotros no se habla. En cuanto EE.UU. esté listo para entablar tal conversación, nosotros no les haremos esperar”, aseguró.
En su opinión, el presidente de EE.UU., Donald Trump, y el secretario de Estado, Mike Pompeo, “comprenden la necesidad de llevarse bien” con Rusia, pero sus intenciones son bloqueadas por el “lobby rusófobo” que reina en EE.UU.
“Vemos que el deseo del presidente Trump de tener unas relaciones buenas con nosotros es bloqueado por el cabildeo rusófobo de Washington, que ha generado todas las investigaciones internas del fiscal (especial Robert) Mueller”, indicó.
Mientras el propio Mueller, al cargo de unas pesquisas sobre la supuesta injerencia rusa en las elecciones estadounidenses, en “casi dos años no ha presentado ni una prueba” que corrobore las acusaciones contra Moscú, agregó.
En cuanto a las sanciones que EE.UU. impuso a Rusia por el llamado caso Skripal, Lavrov reiteró que Moscú “no las dejará sin respuesta” , aunque tampoco quiere guiarse por el principio de “ojo por ojo y diente por diente”.
Estados Unidos, entre otras medidas, ha suspendido los programas de cooperación técnica con Rusia y la concesión de licencias para la exportación de mercancías y tecnología de uso civil y militar a empresas rusas con participación estatal.
La nueva tanda de sanciones contra Moscú, que entró en vigor el 27 de agosto, fue adoptada en represalia por el envenenamiento del ex espía ruso Serguéi Skripal y su hija Yulia en territorio británico con un agente nervioso, algo que Washington da por demostrado.
Además, la Casa Blanca ha dado tres meses a Moscú para permitir una inspección de la ONU en territorio ruso y garantizar que no volverá a emplear armamento químico, antes de proceder a la imposición de unas restricciones más severas. Según Moscú, las nuevas sanciones de EE.UU. fueron aprobadas en base a “unas afirmaciones absolutamente falsas”, donde el único argumento es “altamente posible”.