Raúl, de 86 años y quien pasará el mando un líder de una nueva generación el 19 de abril, emprendió en 2008 una cauta reforma de alto impacto, pero el propio gobierno admitió en marzo errores y retrasos en los planes de “actualización” del modelo de corte soviético.
Los cambios previstos fueron consagrados por el VI Congreso del Partido Comunista en 2011 en 313 “lineamientos”, la gran mayoría aún por ejecutar, pues el propio presidente definió la velocidad de su aplicación: “Sin prisa pero sin pausa”.
“Los cambios demasiado graduales se ha visto que no han funcionado y deberían justificar cambios más audaces”, dijo a la AFP el economista cubano Pavel Vidal, de la Universidad Javeriana de Cali.
A continuación, algunos aspectos clave:
El capítulo histórico de la era de Raúl se escribió el 17 de diciembre de 2014, cuando anunció por televisión a los cubanos -mientras Barack Obama lo hacía a los estadounidenses- el restablecimiento de relaciones con Washington. En marzo de 2016, Castro recibió a Obama en La Habana. El proceso sufre un retroceso desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en enero de 2017.
En 2013, Raúl Castro eliminó enrevesados requisitos de viaje y autorizó a los cubanos a permanecer fuera de la isla hasta por dos años -siempre que lo hagan de forma legal- sin perder sus bienes o residencia. La reforma facilita las visitas y repatriación de quienes migraron. De enero de 2013 a diciembre de 2016, más de 670.000 cubanos hicieron más de un millón de viajes a otros países.
Castro amplió y flexibilizó el trabajo privado en 2010. Hoy, 580.000 cubanos, 12% de la fuerza laboral, se desempeñan por cuenta propia, pero la meta del gobierno era restar al menos un millón de empleados a su abultada nómina estatal en los primeros cinco años, en busca de eficiencia económica. Queda pendiente la legalización de las pequeñas y medianas empresas privadas y la reanudación de la entrega de licencias para nuevos emprendimientos, suspendidas en agosto para perfeccionar el modelo.
A finales de 2011, Raúl autorizó la compraventa de viviendas, que estaba prohibida. Tres años después, liberó el mercado automotor, pero los clientes de las agencias de venta estatales se quejan de los precios astronómicos, tanto para los vehículos nuevos como los usados.
Cuba permitió el acceso a internet desde zonas wi-fi en plazas públicas. Operan además cuatro millones de líneas celulares, a las cuales la empresa de telefonía estatal espera ofrecer el servicio 3G este año. Aun así, el país sigue estando entre los de menor conectividad en el mundo.
El gobierno de Raúl reformó una ley para dar más incentivos a los inversionistas e inauguró el megapuerto del Mariel (45 km al oeste de La Habana), una zona franca llamada a convertirse en el principal polo industrial de Cuba. Pero, hasta la fecha, debido al embargo de Estados Unidos y las restricciones impuestas por el gobierno, el promedio de inversión extranjera está muy por debajo de los 2.500 millones de dólares anuales que el país necesita para apuntalar un crecimiento de 4%.
Entre 2013 y 2016, Cuba renegoció su deuda vencida mediante el pago de 23.000 millones de dólares, con lo que espera acceder a créditos frescos. A finales de 2015, La Habana renegoció su deuda con el Club de París, congelada desde los 1980, con una condonación de 8.500 millones de dólares y el compromiso de pagar 2.600 millones de dólares en 18 años. También reestructuró obligaciones con Rusia y México.
“Este asunto nos ha tomado demasiado tiempo y no puede dilatarse más su solución”, dijo Castro en diciembre ante el Parlamento, al referirse a la singular dualidad monetaria. En Cuba, hace más de 20 años existen el peso cubano CUP (24 CUP hacen un dólar) y el peso convertible CUC (equivalente a 1 dólar), además de tasas de cambio preferenciales para empresas estatales, situación que genera distorsiones macroeconómicas. Es un tema pendiente.
En 2008, Castro declaró “estratégica” la producción de alimentos. En 10 años, el gobierno entregó más de un millón de hectáreas de tierras ociosas a campesinos privados, concedió microcréditos, flexibilizó la comercialización y mejoró los precios de compra a productores. Pero el despegue es lento. Cuba aún importa el 80% de los alimentos que consume, unos 2.000 millones de dólares al año del erario nacional.