Desde hace varios años, la actuación de la sociedad civil cubre todos los frentes: desde las demandas judiciales contra las autoridades por su papel en el calentamiento del planeta —más de 1.400 fueron depositadas en el mundo, según el Sabin Center for Climate Change Law de Nueva York— hasta la modificación de los hábitos diarios: mayor consumo de alimentos locales, reciclaje, uso de vehículos compartidos... Las marchas en la calle, como las anunciadas en 18 países para este sábado, y las campañas en internet proliferan.
“La transformación está viniendo de abajo. Se ve a nivel local: en Francia, en regiones de Alemania, España, Gran Bretaña, en la costa este de Estados Unidos...”, pero “también en África subsahariana y el Sahel. La gente se está responsabilizando” porque siente la urgencia de actuar, explica a la AFP el sociólogo francés Francis Chateauraynaud.
Escande, de 27 años, cuya asociación Éco-Charlie recupera a pie más de una tonelada mensual de derroches orgánicos para familias necesitadas, asiente: “Querer tomar parte activamente del cambio es muy propio de nuestra generación. Pero a nuestro alrededor vemos que todas las edades se están implicando”, modificando parte de sus costumbres, afirma.
“El nivel político global nos parece demasiado lejos y nos desanima: está Estados Unidos que sale del Acuerdo de París... Por eso nos concentramos en lo local. Y funciona” , añade esta diplomada en Comercio. Para Pascal Canfin, director general de WWF Francia, la lucha contra el cambio climático “ya no puede pasar solo por la verticalidad”.
“Uno empieza de manera individual y de repente se da cuenta de que hay 5.000, 10.000 personas que hacen lo mismo. Ya no es una gota de agua”, dijo Canfin en el Global Positive Forum, celebrado el mes pasado en París. Un caso paradigmático de las limitaciones de la política en cuestiones medioambientales es el del exministro de la Transición Ecológica de Francia Nicolas Hulot, quien dimitió en agosto del cargo por la falta de ambición del gobierno, para reincorporase al movimiento civil. “Quiero ser uno de los portavoces (...) unir a todos estos ciudadanos, sus iniciativas”.
“No hay solo una manera de actuar (...) hay una sociedad civil y aunque no haga política no es inútil”, dijo Hulot. ¿Pero cuánto pueden sumar estas acciones descoordinadas, parciales, en el mundo? La estadounidense May Boeve, directora ejecutiva de la ONG 350.org, explica a la AFP que “el movimiento climático ha llevado a casi 1.000 instituciones de un valor de más de 7 billones de dólares a desinvertir en los combustibles fósiles: desde autoridades locales y universidades, hasta ciudades como Nueva York y países como Irlanda” .
Boeve cita entre otros logros emblemáticos la reciente decisión judicial de suspender la construcción del oleoducto gigante Keystone XL en Montana (Estados Unidos), que suponía graves riesgos para el medioambiente, o las campañas locales en Brasil que lograron la prohibición en algunas regiones del “fracking’ (fractura hidráulica).
Incluso a los gobiernos tampoco se les escapa el potencial de la sociedad civil, según Christophe Itier, alto Comisario de la Economía Social y Solidaria del ministerio francés de Transición Ecológica. Los gobiernos se dan cuenta de que “deben abandonar parte de su poder y ofrecer un mayor lugar a quienes innovan.
Las políticas públicas suelen ser de ’prêt-à-porter’, pero para el clima deben ser hechas a medida. Se necesita a la sociedad civil, a las empresas... Esa es una ambición compartida a nivel internacional” , dijo Ither en el Positive Planet. Aun así, Boeve recuerda que si bien “la sociedad civil puede ser un motor de cambio, al final son los políticos quienes deben cambiar las leyes” .
Y por ahora, varios indicadores no invitan al optimismo: la 24ª Conferencia de la ONU sobre Clima que se celebra en Polonia no se perfila fructuosa, Brasil está a punto de estrenar un gobierno crítico de la causa medioambiental y en Francia, el ejecutivo tuvo que dar marcha atrás a una tasa ecológica sobre los combustibles por las protestas de los “chalecos amarillos”, opuestos a una política fiscal que denuncian abusiva. Escande prefiere mirar al futuro: “Un día será la gente de mi generación la que esté en el poder y puede que sean más sensibles” con la preservación del planeta.