Los motivos para viajar a Polonia varían, desde la esperanza de vivir “una experiencia extraordinaria” igual a la de Río de Janeiro en 2013, a las ganas de no sentirse “el único católico de la clase” , pasando, simplemente, por la búsqueda “de algo distinto”.
Una bandera de la Jornada Mundial de la Juventud ondea en un edificio histórico cercano al palacio real de Wawel. Las instalaciones bullen de actividad, con unos 60 jóvenes de todos los países aporreando a toda velocidad los teclados de sus ordenadores o grabando vídeos para presentar, por ejemplo, la “mochila del peregrino”.
Fabiola Goulard-Huguenin, una brasileña, asistió a la última JMJ para acercarse a Dios y allí encontró al hombre de su vida. “Éramos voluntarios en Río, que fue una experiencia extraordinaria. Y nos dijimos: ’¿Por qué no dedicar a la Iglesia nuestro primeros momentos de pareja casada y asistir una vez más a la JMJ?’”, explica.
Por su parte, Nunzio Fumo, italiano de 21 años, llegó a Cracovia para escapar del aburrimiento de su tienda de comestibles en Nápoles. “Buscaba algo distinto”, señala, afirmando que ha aprendido polaco de forma autodidacta en internet. “Las personas que he encontrado aquí representan una gran riqueza, una gran diversidad” , afirma emocionado.
La diversidad, efectivamente, está asegurada: tres hermanos de Samoa, los Leung-Wai, trabajan junto a Martin, Fatima y Ann Margaret, procedentes de Nueva Zelanda, México y Francia, respectivamente. Redactores y presentadores de textos y vídeos en inglés, animan con brío las noches de canto con los voluntarios.
Fue Fátima quien los arrastró a la aventura: esta ingeniera electrónica trabajaba en la industria del gas y el petróleo hasta que un día decidió cambiar de vida. “Si me preguntas por qué, la respuesta es simple: por Jesús”, asegura. “Es Dios quien nos trajo”.
Por su parte, el francés Hugues Barthélemy, de 34 años, llevaba nueve años trabajando como asistente de un eurodiputado francés. Las experiencias de la JMJ en París, Roma y Madrid, le dieron ganas de involucrarse más.
“Procedo de una familia de tradición católica. En Francia, con frecuencia te sientes el único católico de la clase. Y en la JMJ, de repente, éramos un millón”, explica.
El ruido se extingue poco a poco. Es la hora del rosario a la Divina Misericordia (tema del Año Santo proclamado por Francisco) , recitado a las tres de la tarde cada día en un idioma distinto.
A partir del martes 26 de julio, Cracovia acogerá a más de un millón de jóvenes. Después de pasar varios días en la ciudad de Juan Pablo II, viajarán al Campo de la Misericordia, a pocos kilómetros de distancia, para una vigilia a cielo abierto con el papa y la misa final, el domingo 31 de julio.