El sí ganaría con 68% de los votos frente a 32% por el no, según encuesta del instituto Ipsos/MRBI realizada para el diario Irish Times entre 4.000 electores. Un segundo sondeo, realizado por Behaviour & Attitudes para la cadena pública RTE, entre 3.800 electores, apuntó que el 68,4% de los votantes lo habría hecho por el sí y el 30,6%, por el no.
Tras aprobar el matrimonio homosexual hace tres años, los irlandeses votaron este viernes en referéndum si liberalizaban o no el aborto, en un plebiscito que mide la ascendencia de la Iglesia católica sobre el país. Los electores debían decidir concretamente si derogaban la enmienda octava de la Constitución, que prohíbe abortar en todos los casos, salvo en el de peligro para la vida de la madre.
Según el sondeo, un 70% de las mujeres votó a favor de la liberalización del aborto y el 30%, en contra, mientras que un 65% de hombres votó a favor del sí y un 35%, del no. Las personas mayores de 65 años votaron mayoritariamente contra el cambio de la legislación, mientras que los votantes de entre 18 y 24 años votaron en un 85% a favor.
El plebiscito tuvo lugar a tres meses de la visita del papa Francisco para el Encuentro Mundial de las Familias (World Meeting of Families, WMOF). El recuento de los votos se hará el sábado y se espera conocer los resultados esa misma noche. Muestra del interés, más de 118.000 ciudadanos solicitaron este año inscribirse en el censo electoral.
El presidente irlandés, Michael D. Higgins, y el primer ministro, Leo Varadkar, depositaron su voto en Dublín, cerca de sus domicilios. Varadkar, que es médico de profesión y apoya liberalizar el aborto, dijo que la participación estaba siendo alta y que ello beneficiaba a la causa que defiende. “Esperemos que gane el sí”, afirmó el primer ministro, que la víspera avisó que el referéndum constituye una oportunidad única en una generación.
Irlanda era hasta hace poco un bastión de la Iglesia católica, por razones históricas y también políticas, relacionadas con su secular enfrentamiento con la anglicana Inglaterra. El país se independizó del Reino Unido a principios del siglo XX.
Sin embargo, el escándalo de los abusos sexuales a niños por parte del clero, entre otros, fueron debilitando su posición, y aunque más de tres cuartas partes del país se declaró católica en el censo de 2016, la asistencia a misa ha decaído. En el referéndum de hace tres años sobre el matrimonio homosexual, la Iglesia adoptó una posición mucho más visible y perdió, y en este ha optado por un perfil bajo, en un tema cuya opinión conoce todo el mundo.
El aborto está penado con hasta 14 años de cárcel, aunque el embarazo sea el resultado de una violación o un incesto, y sólo se permite si está en peligro la vida de la madre. En 2013 se decidió que las mujeres cuya vida peligraba por el embarazo pudieran interrumpirlo, tras el escándalo causado por la muerte de Savita Halappanavar, que murió al negársele un aborto.
Si se impone el sí, el gobierno Varadkar tiene ya listo un cambio en las leyes que permitiría abortar libremente durante las doce primeras semanas de embarazo y, en algunas circunstancias, durante los primeros seis meses. La idea del nuevo referéndum ganó impulso con el caso de Amanda Mellet, que tuvo que viajar a Reino Unido para abortar después de que se detectara que el feto sufría una anomalía mortal y que llevó su caso a la ONU.
En ciudades y pueblos, la división era patente. Gavin Boyne, un estudiante de filosofía de 20 años, explica que le debía la vida a la prohibición del aborto y que iba a votar a favor de mantener la octava enmienda.
Su madre se quedó embarazada accidentalmente y sus padres decidieron enviarla a Inglaterra para abortar, pero finalmente se echaron atrás. “Mis abuelos reconocieron que era un ser humano único, con un valor, así que no podían hacer que me mataran. Si la enmienda octava no hubiera existido en 1998, hoy no estaría aquí”