“Este año marca la salida (de la política) de energía nuclear cero”, aseguró Takashi Imai, presidente del Foro de la Industria Atómica en Japón ante una audiencia de unas 900 personas, entre las que había responsables de la industria y legisladores internacionales.
“Es evidente que las plantas de energía nuclear que hayan pasado controles de seguridad deberían volver a funcionar lo antes posible”, afirmó.
El supervisor de la energía atómica en Japón dio luz verde el año pasado a la reapertura de cuatro plantas, una decisión de la que se felicitó el primer ministro, Shinzo Abe, favorable a la energía nuclear.
La presión de la industria choca con una opinión pública japonesa que aún sigue profundamente preocupada por la seguridad, más de cuatro años después del tsunami que provocó el colapso de la central de Fukushima y el escape de radiación, que obligó a miles de personas a abandonar sus hogares en varios kilómetros a la redonda.
El gobierno japonés está preparando su nueva política sobre energía (cuánta electricidad provendrá de energías renovables, nuclear y combustibles fósiles) y ultima los detalles para hacer un llamamiento a la reducción de los gases invernadero, antes de la cumbre global que tendrá lugar en París a finales de año.
Yukiya Amano, director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) afirmó que el átomo no puede estar proscrito. “Pese al accidente de Fukushima Dai-ichi, la energía nuclear ha seguido ocupando un importante rol en el mix energético mundial”, aseguró.
Aunque el terremoto y el tsunami dejaron 18.000 víctimas mortales, el accidente en Fukushima no está oficialmente implicado en ninguna muerte. Sin embargo, la radiación obligó a desplazar a una cantidad considerable de población e hizo inhabitable las zonas aledañas, algunas para siempre.
Los activistas antinucleares tratan de bloquear la reapertura de dos centrales pendientes de sendas resoluciones judiciales.