El ejecutivo anunció la víspera la suspensión de un alza de los combustibles, así como la congelación de los precios del gas y la luz para frenar las protestas que sacuden Francia desde hace tres semanas y que han derivado en la peor crisis de la presidencia de Emmanuel Macron.
Pero estas medidas parecían ser insuficientes para la mayoría de manifestantes. Solo dos depósitos de carburantes fueron desbloqueados tras los anuncios y las convocatorias a salir a las calles el sábado seguían en pie.
Éric Drouet, un portavoz de los “chalecos amarillos”, un colectivo que nació en las redes sociales y que debe su nombre a las prendas fluorescentes obligatorias en los vehículos, llamó a los franceses a congregarse el sábado “cerca de los lugares de poder: los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo o la plaza de la Concordia”, frente a la Asamblea Nacional.
El gobierno quiere evitar a toda costa que se repitan las escenas de caos del fin de semana pasado, cuando los manifestantes tomaron el Arco del Triunfo, montaron barricadas en el corazón de París y prendieron fuego a coches, ante la mirada incrédula de residentes y turistas. Las autoridades quieren también impedir que la ola de protesta se extienda a otros sectores. Varios colegios de secundaria estaban bloqueados el miércoles, por tercer día consecutivo de una movilización para protestar contra la reforma educativa del gobierno. Los agricultores también sopesan salir a las calles.
Emmanuel Macron, que no se ha pronunciado públicamente sobre esta crisis desde su regreso del G20 en Buenos Aires el domingo, se enfrenta a unos días cruciales para su presidencia, en los que se juega su credibilidad. El exbanquero de inversiones, de 40 años, fue elegido en mayo de 2017 con la promesa de “transformar” Francia. Pero el martes tuvo que ceder por primera vez en su ambicioso plan de reformas.
“No retrocedemos, sino que damos un paso a un costado”, minimizó una fuente de la presidencia. El objetivo es ajustar “los medios puestos en marcha para la transición ecológica porque “al parecer no corresponden con lo que los franceses quieren”, añadió la misma fuente. Pero el miércoles el ejecutivo parecía dispuesto a ceder aún más terreno.
El portavoz del gobierno, Benjamin Griveaux, entreabrió la puerta a un posible restablecimiento del Impuesto a la Fortuna (ISF), una de las reivindicaciones más frecuentes entre los manifestantes. “Si algo no funciona, no somos tontos, lo cambiaremos”, declaró Griveaux en una entrevista con la radio RTL. Este impuesto fue recortado por Macron el año pasado para evitar que las grandes fortunas se vayan al extranjero y ha servido a la oposición para calificar a Macron de “presidente de los ricos” .
El ministro del Interior, Christophe Castaner, instó el martes a los manifestantes “responsables” a no congregarse en París el sábado y lanzó un “llamado a la calma”.
Líderes de la oposición, incluyendo Laurent Wauquiez del partido conservador Los Republicanos, han pedido al gobierno que imponga el estado de emergencia y que despliegue unidades del ejército para apoyar a la policía en caso de nuevos desmanes.
En una muestra de la tensión latente, Macron fue abucheado e insultado el martes por la noche durante una visita sorpresa a una prefectura de policía en Puy-en-Velay, en el centro del país, que fue parcialmente incendiada el fin de semana pasado. Dieciocho meses después de su elección, la popularidad del joven centrista proeuropeo ha caído de seis puntos.
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Apenas 23% de los franceses aprueban su gestión, su nivel más bajo. Las críticas en su contra se escucharon también del otro lado del Atlántico. Su homólogo estadounidense, Donald Trump, con quien mantiene relaciones con altibajos, ironizó el martes sobre las concesiones hechas por el mandatario francés y estimó que esto demuestra que el acuerdo de París sobre el clima es “erróneo”.
Trump también retuiteó un mensaje del activista estudiantil conservador Charlie Kirk, según el cuál los franceses gritan en las calles de París “Queremos a Trump”.
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La presidencia francesa dijo que no haría ningún comentario sobre los tuits del estadounidense. Las llamadas protestas de los “chalecos amarillo” surgieron espontáneamente el 17 de noviembre en oposición al aumento de los impuestos a los combustibles, pero ahora refleja una exasperación social más amplia.