El EI consiguió una serie de victorias en Irak y Siria desde la toma de Ramadi el 17 de mayo, conquistando nuevos territorios y un puesto fronterizo, que le permitieron extender su zona de influencia.
Estados Unidos, líder de la coalición internacional que bombardea a los yihadistas en ambos países desde hace más de nueve meses, reconoció varias “derrotas” y juzgó necesario revisar su estrategia.
Cerca de Ramadi, la capital de la mayor provincia de Irak, situada a 100 kilómetros al oeste de Bagdad, las tropas iraquíes lograron reconquistar posiciones del EI, según los comandantes de la operación.
“La zona de Husaybah (a siete kilómetros al este de Ramadi) está bajo control total y las fuerzas avanzan para liberar la localidad vecina de Jweibah” , declaró a la AFP un coronel de policía en el terreno.
La policía local y federal participaban en la operación, así como la fuerza de intervención rápida del ministerio del Interior, soldados del ejército iraquí, fuerzas paramilitares chiitas de las Unidades de Movilización Popular y combatientes tribales, precisó un responsable policial.
El primer ministro Haider al Abadi decidió recurrir a estas poderosas Unidades, después de que las fuerzas iraquíes recibieran críticas por haber abandonado Ramadi.
Estos milicianos chiitas habían quedado al margen de las operaciones en Al Anbar para evitar conflictos con la población de la provincia, de mayoría sunita.
Las principales milicias de estas Unidades desempeñaron un papel clave en exitosas operaciones contra el EI en diversas zonas al norte de Bagdad, pero se las ha acusado de cometer abusos y de llevar a cabo ejecuciones sumarias.
“En estos momentos, los Hashed al Shaabi (nombre árabe de las Unidades de Movilización Popular) son la mejor apuesta para Abadi. No creo que tenga varias opciones”, dice Ayham Kamel, director del grupo Eurasia para Oriente Medio y África del Norte.
Los yihadistas tomaron Ramadi el pasado domingo al cabo de tres días de combates e intentaban avanzar hacia el este de la capital de Al Anbar, una extensa provincia fronteriza con Jordania, Arabia Saudita y Siria. El grupo, que se piensa cuenta con decenas de miles de hombres, proclamó un califato en junio de 2014 en esa provincia, que casi controla por completo, y en otras regiones de Irak y Siria.
Sus integrantes, a los que Naciones Unidas acusa de crímenes contra la humanidad, siembran el terror en los territorios que controlan, recurriendo a secuestros, violaciones y decapitaciones.
Después de que el EI tomara la ciudad siria de Palmira, el pasado jueves, los 15 países del Consejo de Seguridad de la ONU se mostraron muy preocupados por la suerte de las mujeres y los niños de la localidad, ya que los yihadistas suelen “raptarlos y explotarlos”.
El Consejo de Seguridad también mostró su temor por el patrimonio de Palmira, una ciudad de más de 2.000 años, famosa por sus columnas romanas, sus templos y sus torres funerarias, después de que el EI destruyera varios tesoros arqueológicos en Irak.
Los yihadistas plantaron su bandera negra sobre el tejado de la ciudadela mameluca del siglo XIII, que domina la ciudad antigua, según el jefe de Antigüedades Sirias, Maamun Abdelkarin, quien informó de la entrada de los extremistas en el museo de la ciudad sin provocar destrozos.
Según la oenegé Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), el grupo yihadista ya controla la mitad del territorio de Siria, un país preso de una guerra civil desde hace cuatro años.
Los yihadistas también han perpetrado ataques en Libia, Túnez, Egipto, Yemen y Arabia Saudita, donde el grupo EI reivindicó el viernes, por primera vez, un atentado suicida en una mezquita chiita, que causó 21 muertos y 81 heridos.
Riad afirmó el sábado haber identificado al autor del atentado contra una mezquita chiita y confirmó su vínculo con el EI.