“La pobreza extrema rural es 3,5 veces la pobreza extrema urbana” en la región, anunció la investigadora principal del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), Carolina Trivelli, tras presentar el informe Panorama de la pobreza rural en América Latina y el Caribe, en el que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) analiza la evolución de este problema hasta 2016 y expone cinco ejes de intervención para acabar con ella.
Esta cifra pone en relieve una “sobria representación” de los 27 millones de personas que están viviendo con esta escasez (según los últimos datos, de 2017), insistió Trivelli.
La FAO entiende por el concepto de pobreza extrema la capacidad que tienen las personas para obtener con sus recursos una canasta básica alimentaria, mientras que la pobreza o pobreza total suma además unos gastos adicionales mínimos que los países consideran necesarios para vivir. La pobreza en la región tiene “un claro rostro femenino” , explica la investigadora.
Esto se debe a que las mujeres en situación de pobreza “no solo trabajan mucho, sino que además suelen enfrentar doble o triple jornada sin remuneración” y “tienden a ser el eslabón más débil dentro de la familia”.
Asimismo, el estudio refleja que la incidencia de la pobreza es mayor en 10 puntos porcentuales en las comunidades indígenas y afroamericanas que a los grupos que no tienen este tipo de ascendencia. Y por último hizo mención a la “gran cantidad de niños y niñas” que viven en el seno de estas familias y que si no se actúa “hoy” , reproducirán esta situación de pobreza por no tener acceso a la escuela y a la salud, entre otros aspectos. “No podemos aceptar que haya un grupo que se está quedando rezagado. El lema de los objetivos de desarrollo sostenible es que nadie se quede atrás y, claramente, aquí hay grupos que se están quedando atrás”, reconoció Trivelli.
A partir de 1990 América Latina y el Caribe experimentaron una tendencia de decrecimiento en la pobreza rural, consiguiendo el mayor ritmo en la década de los 2000. Los países que más variaron la tasa de pobreza rural entre 1990 y 2014 fueron Brasil y Chile, que bajaron 42 y 32 puntos porcentuales hasta alcanzar un 29 % y un 9 %, respectivamente. Y el Estado que menos cambios experimentó fue Guatemala, que tan solo varió en un punto, pasando del 78 al 77 %. Pero esta tendencia se empezó a estancar en 2012 e incluso se experimentó un aumento de la pobreza rural en los últimos “dos o tres” años, explicó la investigadora. En 2002 la región inició una 'desruralización' del campo, que consiguió que los pobladores rurales pasaran del 23 % al 18 % en 2016.
Sin embargo, el 41 % de los pobres extremos reside en estas áreas, lo que se traduce al 29 % de la pobreza extrema mundial. Según Trivelli, las causas que indujeron este estancamiento y su posterior decrecimiento fueron el lento crecimiento de la región, la reducción de los recursos fiscales para invertir en programas sociales y los múltiples eventos climáticos que sucedieron en la región. La pobreza rural no es tan “visible” como la pobreza urbana, “es más costosa” y “está más lejos para los políticos”, explicó la investigadora, pero si no se enfrenta este problema, “no se resolverán de ninguna manera los desafíos de desarrollo de nuestros países”.
Para que esta tendencia deje de crecer y recupere un ritmo de decrecimiento similar al que corría en la década de los 2000, los Gobiernos deben implementar cinco ejes de intervención que han demostrado ser efectivos, explicó la portavoz. Las políticas que proponen están orientadas a lograr una agricultura sostenible más eficiente, una protección social más amplia, una gestión eficiente de los recursos naturales, la biodiversidad, nuevas oportunidades de desarrollo rural no agrícola; y por último, paquetes integrados de infraestructura. “Lo importante es notar que no solo es un problema de los pobres rurales, sino que es un problema que nos involucra a todos”, concluyó.