Según informaron, no abandonarán el campamento hasta que no se oficialice la contratación de una empresa para buscar al buque. “Si nosotros nos vamos y dejamos todo a medio hacer, es muy posible que todo quede en la nada. Hasta que no veamos que está firmado, y veamos la empresa que va a salir y que está organizada la búsqueda, recién vamos a levantar de acá este campamento”, aseveró a Efe Luisa Rodríguez, madre del suboficial Ricardo Rodríguez.
Apostados frente a la Casa Rosada –sede del Gobierno del país austral– madres y esposas, padres, tías y hermanas secundan desde el pasado 27 de junio de manera desesperada este pedido, al que han optado por darle voz sometiéndose a la “precariedad” que les supone vivir en tiendas de campaña, bajo una carpa afectada por la lluvia.
En un mes han reunido tres tiendas separadas por una carpa, mantas, un baño portátil, una pequeña cocina, menaje y hasta una calefacción improvisada, consistente en un bote metálico en el que queman carbón en pleno invierno austral.
Rodríguez admitió que “jamás” vivió en esas condiciones pero que prefiere hacerlo –dejando su casa en la provincia de San Juan, a 1.120 kilómetros de la capital argentina– antes que abandonar la búsqueda de su hijo y los otros 43 tripulantes, desaparecidos desde el 15 de noviembre de 2017, que, según ella, “están ahí abajo”.
“Digamos, porque en realidad no sabemos dónde están, qué sucedió, no sabemos nada. Ellos están en condición de desaparecidos porque nadie nos da una respuesta, nadie les está buscando”, insistió. Esta es la principal razón que mueve a estas familias a abandonar sus casas y a los parientes que dejan en ellas, el desconocimiento de la causa por la que el ARA San Juan desapareció, y por lo que se han asentado a la espera de que se elija una empresa con nueva tecnología para buscarlo.
El sumergible se encontraba de camino hacia su base naval en la ciudad bonaerense de Mar del Plata –a la que viajan semanalmente algunos de los familiares para atender a sus hijos o su trabajo antes de volver a la plaza– cuando se perdió la comunicación con él, sin que se haya llegado a confirmar el motivo.
“Nuestros familiares se preocupan mucho porque es difícil la vida que se lleva acá, es muy fuerte, y hay que tratar de sostenerla y hay que estar firme para esto”, aseguró en una entrevista con Efe Marcela Moyano, esposa del maquinista Hernán Rodríguez.
Nada más terminar el diálogo, Moyano se acercó con una bolsa con galletas y cereales que acababa de llevar un ciudadano a la plaza, en cuyas rejas amanecen cada vez más banderas celestes y blancas, fotografías de los desaparecidos y frases reivindicativas plasmadas en carteles.
“Es el pueblo argentino el que nos está conteniendo y nos está apoyando en esto”, aseguró. Si el presidente argentino, Mauricio Macri, se asomara a la ventana de su despacho en la Casa Rosada vería este improvisado campamento, algo que indigna sobremanera a estas mujeres por la “inactividad” de su Ejecutivo respecto al suceso.
“¿Por qué esa actitud? No estamos quemando goma, no estamos haciendo conflicto, simplemente es el reclamo de 44 personas desaparecidas”, recalcó Moyano.
El Ministerio de Defensa se encargó de llevar adelante la primera licitación para seguir con la búsqueda del submarino en el Atlántico, donde ya no hay buques para esta misión, pero tras la selección de la compañía española “Igeotest” el proceso fue impugnado y cancelado. Ahora esta cartera ha delegado en la Armada Argentina la contratación, para la que ya se ha preparado y publicado un nuevo pliego de condiciones que fue elaborado en conjunto con los miembros de las familias.
Estos se han mostrado conformes con este paso, a pesar de que llevan semanas solicitando la firma de un decreto de urgencia que permitiría acelerar la contratación pero que el Gobierno ha decidido no aplicar. Con ese decreto, “esto se podría haber resuelto antes”, declaró Moyano.