El cero es un punto en un escrito de la civilización jemer, labrado sobre una superficie de roca arenisca.
“La era çaka ha llegado al año 605 el quinto día de la luna menguante”, dice la inscripción restaurada que fue descubierta a finales del siglo XIX en el yacimiento Trapang Prei, en la provincia de Kratie, en el noreste de Camboya.
Los arqueólogos fechan esta frase en el año 687 después de Cristo, en la época preangkoriana.
La inscripción jemer fue descubierta por el arqueólogo francés Adhémard Leclère (1853-1917) en 1891, pero se debe a su colega y compatriota George Coedès (1886-1969) la clasificación del descubrimiento con el nombre K-127.
El también historiador Coedès divulgó la importancia del hallazgo en el artículo “A propósito del origen de las cifras árabes”, que se publicó en 1931.
Coedes y el matemático estadounidense Amir Aczel (1950-2015) defendieron la significación del K-127 porque refuerza la idea de que el origen del símbolo cero en el sistema numérico decimal proviene de la India o de otras culturas de Asia Oriental que el galo llama “indianizadas”.
El cero más antiguo del que se tiene constancia y que presenta la forma de un círculo, en vez de un punto, proviene de la India y del año 876 después de Cristo, casi doscientos años más joven que el del Museo Nacional de Camboya.
El manuscrito indio Bakhsali contiene ceros que podrían ser anteriores al K-127, pero los expertos son incapaces de determinar su antigüedad con la tecnología actual debido a la fragilidad del objeto.
Una civilización influenciada por la cultura india que vivió en el sur de la isla indonesia de Sumatra nos ha legado labrado en roca otro punto equivalente a un cero, pero es del 688 después de Cristo, un años más joven que el citado jemer.
Los mayas y otras culturas precolombinas conocían esta cifra y la usaban en sus jeroglifos y calendarios, pero su sistema numeral no sobrevivió el paso del tiempo.
Camboya tiene muchas inscripciones con el símbolo cero, “pero esta (el K-127) es la más antigua”, apuntó a Efe el subdirector del departamento de restauración de piedras del Museo Nacional de Camboya, Chea Socheat.
Este número que expresa la falta absoluta de cantidad o un valor nulo y que tiene una importancia capital en las matemáticas entró en Europa a través de los árabes, que lo llamaban “sirf” (vacío).
Corresponde al matemático italiano Leonardo de Pisa (1170-1250), más conocido como Fibonacci, la popularización del sistema numérico indoarábigo entre los europeos.
“El cero no es solo un concepto de la nada que nos permite realizar aritmética de forma eficiente, sino que es un elemento que ocupa un espacio y permite que nuestro sistema numeral decimal funcione”, señaló Aczel en su libro “Encontrando el cero, la odisea de un matemático para descubrir el origen de los números”.
El sistema numeral fue fundamental, según la antropóloga Miriam Stark, de la Universidad de Hawai y experta en Camboya, para la construcción de los templos durante el Imperio jemer o Imperio de Angkor (802-1431), como el famoso complejo de Angkor Wat, en la norteña ciudad Siem Reap, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
La capital de este imperio, Angkor, fue el complejo urbano más extenso del mundo preindustrial, con una población de cerca de un millón de personas que vivían en un territorio de 1.000 kilómetros cuadrados, de acuerdo con Damian Evans, Christophe Pottier y otros antropólogos.
Inscripciones como la K-127 nos ayudan a conocer el pasado, según el camboyano Chea Socheat, y la historia de los números.