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Simonovis, de 54 años, fue sentenciado a 30 años de cárcel tras ser condenado por participar en el asesinato de cuatro manifestantes durante una marcha que desató un breve golpe contra Hugo Chávez en el 2002.
Su huelga de hambre, lanzada el martes, no sirvió para impulsar legalmente la causa de su liberación y se desarrolló en contra de la voluntad de su familia. "No quiero a un héroe muerto, sino a un esposo vivo", dijo su esposa Bony Pertiñez a medios locales.
Ella confirmó a Reuters que Simonovis había comenzado a comer de nuevo. "Dejaré que los venezolanos honestos continúen por la lucha de mi libertad", tuiteó Simonovis. La libertad de Simonovis se convirtió en un estandarte para la oposición, que ha expresado su indignación con su detención en una pequeña celda y dice que su osteoporosis requiere atención médica urgente.
El gobierno ha respondido que una visita reciente de un fiscal halló a Simonovis con un buen estado de salud. Para los partidarios del gobierno, Simonovis es un saboteador peligroso y violento que jugó un papel en destituir en forma ilegal a un presidente elegido democráticamente. Fue sentenciado en 2009 después de un proceso largo. Varios otros oficiales fueron condenados.
El tema fue un factor el mes pasado en el colapso de las negociaciones entre la oposición y el gobierno del presidente Nicolás Maduro. Las conversaciones apuntaban a poner fin a las protestas callejeras que se agudizaron en febrero.