“Lo que queríamos con este estudio a través de la genética era entender la historia de la invasión de la guayaba en las Galápagos”, explicó a Efe María Lourdes Torres, autora principal del estudio y directora del Laboratorio de Biotecnología de Plantas de la Universidad San Francisco de Quito.
Torres, también miembro del Centro de Ciencias de Galápagos (GSC) , indicó que la guayaba ("Psidium guajava") fue una especie introducida en el archipiélago en torno al siglo XIX, y precisamente analizada ya que “por sus características biológicas, tiene un alto grado de dispersión y pudo conquistarlo y hacerse invasora ”.
La investigación, publicada recientemente en la revista científica PLOS One, describe la expansión de la guayaba en las tres islas del archipiélago de Galápagos habitadas por humanos.
La metodología versó sobre estudios de genética molecular de la fruta anaranjada y documentación histórica acerca del impacto que tuvieron las primeras poblaciones humanas en el archipiélago ecuatoriano, que llevaron consigo una gran cantidad de plantas y animales que antes no existían en este ecosistema único.
“Quisimos analizar qué pasó con la guayaba y gracias a sus marcadores moleculares y la diversidad genética de la fruta, planteamos conocer la historia de la colonización de las islas ”, señaló la investigadora.
Recordó que existen registros de que las así llamadas “Islas Encantadas” fueron visitadas por personas alrededor el año 1500, si bien las primeras ciudades se fundan a finales del siglo XIX. El estudio logró construir un modelo del recorrido que hizo el fruto desde el centro o sur del Ecuador continental hasta colonizar diferentes islas del sistema insular.
Tanto los datos genéticos como los históricos del análisis sugieren que llegó primero a la isla San Cristóbal y de ahí probablemente fue llevada por un grupo de colonos a la de Isabela, la más grande del archipiélago, y que finalmente arribó a Santa Cruz, actualmente la más poblada de la formación.
“El número de introducciones no se puede determinar con exactitud, pero utilizando nuestros modelos parece que en principio una ocurrió en San Cristóbal y posiblemente otra en Isabela. Y que la guayaba actual de Galápagos proviene seguramente de dos introducciones”, concluye Torres.
Pero más allá de su recorrido histórico, el artículo propone ahondar en el impacto que la fruta invasora y potencialmente perjudicial tuvo en los ecosistemas frágiles del archipiélago. Y es que una de las especies autóctonas más sensibles es el guayabillo ("Psidium galapagensis"), estrechamente relacionada con la guayaba y cuya diversidad genética puede verse comprometida al competir por un nicho ecológico con la invasora.
“Nos interesa porque se han producido híbridos entre las dos especies y la endémica puede ser desplazada” , alertó la científica.
La sola presencia de la guayaba puede suponer un riesgo para la especie autóctona debido a que las tortugas ingieren ambos frutos y las pepitas de la invasora son más grandes y abundantes, y por tanto con mayor capacidad de dispersión, apunta.
“Utilizando la genética uno puede entender la historia de la invasión de una planta y los efectos de esa especie sobre un sistema tan importante como son las Galápagos”, sentencia Torres.
La investigadora se encuentra actualmente inmersa en otro proyecto, en colaboración con la Universidad de Carolina del Norte, que analiza la hibridación entre la guayaba y el guayabillo, y los efectos que este fenómeno podría tener en la supervivencia del fruto local, en peligro de extinción en el archipiélago.