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La Policía trata de encontrar respuestas sobre qué llevó a un joven de 20 años a asesinar a 20 niños en una escuela de primaria.
El atacante, identificado por fuentes de la ley como Adam Lanza, abrió fuego el viernes por la mañana en la escuela primaria Sandy Hook, a la que acuden niños de entre cinco y 10 años. Finalmente mató al menos a 26 personas, antes de suicidarse.
La Policía dijo que otro adulto fue hallado muerto en una escena de un crimen vinculada con la matanza en la misma ciudad. Muchos medios informaron de que podía ser la madre del autor de la masacre, Nancy Lanza. La policía estatal dijo que esperaba tener más información el sábado por la mañana, incluida la confirmación de la identidad de las víctimas.
Más de 12 horas después del tiroteo, la Policía comenzó a trasladar los cadáveres de la escuela para que los padres los identificaran, informó NBC News.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, instó el sábado a los estadounidenses a unirse en solidaridad mientras guardaban luto por las víctimas, diciendo que los corazones de los padres de todo el país estaban "muy heridos". Instó a emprender "una acción significativa para evitar más tragedias como esta", pero no llegó a pedir específicamente leyes más estrictas sobre e control de armas en su discurso semanal en radio e Internet.
El presidente se limpió las lágrimas mientras decía a la nación en un discurso televisado el viernes: "Nuestros corazones están rotos".
La tragedia en época navideña fue el segundo tiroteo mortal en Estados Unidos esta semana y el último en una serie de asesinatos múltiples este año. La matanza revivió un debate sobre el control de armas en un país con una cultura armamentística floreciente y un fuerte 'lobby' que ha desalentado a la mayoría de políticos de abordar en profundidad el fácil acceso a pistolas y rifles.
"SIMPLEMENTE BRUTAL"
Newtown, una ciudad acomodada a unos 130 km al noreste de Nueva York, recordaba a sus muertos con vigilias.
"Simplemente rezamos, simplemente necesitamos rezar a Dios para que esto no vuelva a suceder, en ningún sitio", dijo Amelia Adams, de 76 años, cuando se dirigía a una iglesia católica con su marido Kenneth, de 81 años. La iglesia, situada a pocos kilómetros del lugar del tiroteo, estaba abarrotada en el interior y exterior el viernes por la noche.
Unas 1.000 personas acudieron al centro religioso. "Simplemente fue brutal. No puedo pensar de una palabra más apropiada. Simplemente fue brutal tener que presenciar el dolor de hoy", dijo monseñor Robert Weiss tras el servicio.
El gobernador de Connecticut Dannel Malloy dijo a periodistas a última hora del viernes que nunca pensó que sucedería algo que igualara la pena que él y otros muchos sintieron tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington. "El mal visitó hoy esta comunidad", dijo Malloy.